domingo, 16 de noviembre de 2014

Mi pequeña teoría conspiranoica personal

Tengo una teoría acerca del 9N, seguramente una teoría fantasiosa e imaginativa hasta el límite, y por tanto falsa: El 9N estaba pactado.
Sí, creo que la fórmula empleada para el 9N fue finalmente pactada entre Gobierno y Generalitat, porque ambos ganaron con esa solución: Artur Mas pudo cumplir al fin su promesa de que el 9N se votaría, y el Gobierno pudo estar tranquilo porque el resultado en absoluto podía tener consecuencias jurídicas y políticas, dadas las pocas garantías democráticas que se daban para validarlo. Del mismo modo, ambos se quitaban un peso de encima porque un proceso de ese tipo tampoco podía derivar en responsabilidades penales para ninguna de las partes. Y cuando las dos partes en litigio ganan, normalmente es porque pactan no porque se enfrentan.

También podría darse el caso de que no hayan pactado y que la no negociación les haya llevado a una situación en la que ambos podían sentirse relativamente cómodos, ¿pero acaso eso no es pactar?

Los argumentos de los independentistas

Seguramente, lo mejor del 9N es que ya ha pasado; como, seguramente, lo mejor del llamado ‘proceso’ es que antes de iniciarse pensábamos que los argumentos de los independentistas eran más bien flojos, y ahora, después del referéndum, tenemos la certeza de que son prácticamente inexistentes.
Los días precedentes al 9N aún recibía ‘whatsapps’ con la falsa carta escrita por la Otero, con las inexistentes sentencias de La Haya defendidas por Rahola y Barberà, o con las declaraciones del execonomista jefe del FMI, Kenneth Rogoff, y su Cataluña ‘aislada’. Nada de nuevos argumentos; lo mismo que hace cinco años: populismo, y temas superados con el fin de encender las bajas pasiones del personal. Supongo que, a falta de algo mejor, pensaron que si colaba, colaba.
Pero por si aún eras de ese pequeño porcentaje que no estaba dispuesto a creerse cualquier chaladura que repitiera muchas veces un independentista, la ANC acabó lanzando la mediocre campaña de marketing esa del ‘cómo quieres que sea el nuevo país’, en la que se podía intervenir (entre otras formas) mediante el hastag #SíoSí, en la que se intentaba vender que el hecho de desear algo ya lo convertía en una cosa que iba a suceder seguro si se votaba doble sí. Al final, la cosa les quedó como una especie de carta a los reyes magos colectiva, ridícula por varias razones:
1.    En primer lugar, para conseguir la mayoría de cosas que se solicitaban no hacía falta independizarse.
Creo que todos llegaríamos rápido a un acuerdo para tener ‘un país sin corrupción’, y de todas formas la corrupción no es un mal endémico sólo del resto de España, sino también de Cataluña y de buena parte de Europa.
Claro parece que crear un nuevo estado no garantiza la solución a ciertos problemas.
2.    La mayoría de cosas que se solicitaban las gestionan los mismos independentistas desde hace años. Obviamente, hablamos de cosas como la sanidad y la educación. A quién hay que pedir explicaciones a este respecto, ¿al gobierno central que no lo gestiona, o a ERC y CiU que llevan gestionándolo 30 años y que, de igual forma, lo gestionarían en una hipotética Cataluña independiente?
3.    Finalmente, encontrábamos otro tipo de deseos que no merece la pena ni ser comentados, ya que son del tipo: ‘que siempre haya helado de postre’.
Si ante toda esta avalancha de ‘argumentos espirituales’ aún no estás convencido para convertirte a la fe independentistas, ellos tienen preparadas dos reacciones definitivas para contrarrestar lo que a buen seguro definirán como botiflerismo patológico:
1.    Eres facha, eres fascista, eres antidemocrático, o a lo peor incluso eres votante del PP o C’s.
Ellos, seres superiores, ya te han sentenciado porque todo el mundo sabe que, en democracia, no estar de acuerdo con algo es totalmente antidemocrático… sobre todo, en las consolidadísimas democracias de Cuba y Venezuela.
2.    ‘Lo que importa ahora es el proceso histórico en el que está inmersa Cataluña. Primero la independencia, y luego ya veremos’.
Pero, ¿quién en su sano juicio compra un producto que no sabe para qué sirve?
En fin, como se dice al principio, lo mejor del ‘proceso’ es empezar a tener la certeza de que los independentistas no tienen nada.