viernes, 18 de noviembre de 2016

¿Por qué los secesionistas tienen tanto miedo a la CUP?

Los NO independentistas estamos acostumbrados a que los independentistas nos llamen de todo: que si fachas, que si fascistas, que si anticatalanes, agentes del CNI, o incluso, como decía Isabel Coixet, cosmopolitas.
Tampoco es que haga falta ser muy listo para saber que en Cataluña, si uno no comulga con el pensamiento único secesionista, solo puede aspirar a ser definido políticamente como lo anterior, y seguro que también como botifler o quintacolumnista, por cierto tipo de individuo. Es algo ya tan extendido que prácticamente se ha naturalizado, y de esa misma forma suele ser aceptado por el afectado, aunque cada vez con más creciente orgullo –es aquello de que si un independentista no te insulta es que algo estarás haciendo mal-, porque, al final, cualquier persona con dos dedos de frente acaba dándose cuenta de que, de hecho, casi todas las veces, la desacreditación personal por motivos ideológicos es la única forma que tienen los mendigos intelectuales de contrarrestar dialécticamente a un contrincante netamente superior argumentalmente.

Pero la reacción del oficialismo catalán contra la CUP es algo que tiene matices diferentes, porque considerar enemigo de Cataluña al disidente no nacionalista, repetimos, es incluso comprensible desde la lógica dialéctica que siempre ha mantenido el establishment secesionista; pero que a los propios independentistas se les ponga en el mismo saco de enemigos del pueblo catalán cuando no se pliegan a la voluntad de ERC y CDC (actualmente fusionados en Junts Pel Sí) es algo por lo que nunca vamos a poder estarles del todo agradecidos, ya que supone una de las demostraciones más flagrantes de que el secesionismo no es la ideología democrática que predican algunos, sino más bien un vulgar régimen capaz de atacar visceralmente a los que no están de acuerdo con la secesión y a los secesionistas que no obedezcan las consignas lanzadas por el entramado mafioso conformado por CDC, ERC, Òmnium Cultural, ANC y AMI.

Pocas explicaciones que no se adentren en la teoría de la lucha de clases pueden satisfacer la comprensión del curioso acto de humillación al que la burguesía secesionista somete a los pobres y desgraciadetes okupas de la estelada.
Aparte de marcar paquete y demostrar qué pueden hacer a un izquierdista auténtico si pueden humillar con tan pocos escrúpulos a sus propios cachorros, la cosa seguro que tiene algo que ver con lo único que puede resultar admirable de la CUP, y es esa visión de la independencia como mero ‘instrumento’ para conseguir otras cosas.
Es sabido que el objetivo final de la CUP es la destrucción del actual sistema, que ellos llaman neoliberal pero que en España se basa en la economía social de mercado, como paso previo a la instauración de otro ‘no capitalista’ cuando no directamente anticapitalista.
Ellos mismos han reconocido innumerables veces que conseguir algo así en un país como España es casi imposible –lo típico de que no se puede cambiar España-, y que solo en una Cataluña débil, recién independizada y por tanto con poca o ninguna autoridad moral, y seguramente tampoco operativa, para ‘controlar’ ciertos movimientos políticos -y más aún si estos han sido partícipes en la consecución del next state-, sería posible instaurar un nuevo sistema con las características que pretenden.
Saber que en fondo tienen razón es lo que realmente da miedo a los de ERC y CDC, y resto de entramado, que también ven la independencia como un instrumento pero para perpetuarse en el poder y repartirse todo el pastel, como demuestra la recurrente dialéctica de superioridad incuestionable que emplean basada en que el ‘auténtico’ y buen catalán solo debe aspirar a ser un perro que mueva la colita cuando ellos lo ordenen.

Los ideólogos del régimen estelado comprenden que tienen un problema. Algunos de los suyos les han salido rana, y mientras a los NO independentistas nos pueden neutralizan con el simple hecho de convertirnos en anticatalanes (ni siquiera les inquieta la posibilidad de perder la hegemonía del chiringuito a manos de los no secesionistas, pues piensan que lo tienen todo tan atado y bien atado que sencillamente es imposible que eso suceda), con los de la CUP el mensaje de desprestigio ultranacionalista ya no cuadra tanto pues no olvidemos que los cupaires o cuperos son tan o más independentistas que los propios amos de CDC y ERC.
Es por esto que el régimen estelado está dando una nueva vuelta de tuerca a su torticero discurso, y en vez de anticatalanes acusa a los cupaires de hacer descarrilar un ‘proceso’ que de hecho nunca ha llegado a estar en vía, con lo que gana dos cosas: tener una víctima propiciatoria para cuando llegue lo inevitable, es decir, el fracaso del proceso, y de paso rapiñar los votos de estos ‘díscolos’ nacionalistas en caso de que el régimen se vea forzado a convocar nuevas elecciones.

La cuestión, entonces, será saber si la CUP se mantendrá firme en su discurso anticapitalista, o si por el contrario acabará cediendo a su alma más facha para convertirse en otro vulgar engranaje del entramado mafioso que argumenta la independencia con delirios económicos neoliberales.
¿Dilema? ¿qué dilema? No hace falta querer mirar para ver que en el 99% de los casos la CUP votará lo mismo que le ordene la Dreta Republicana de Catalunya, que es otra de las formas correctas de llamar a Junts Pel Sí, pues por muchas camisetitas reivindicativas chorras que vistan algunos en sus intervenciones en el Parlament, no habrá nunca nada que se parezca más a un soberanista de derechas que un soberanista de supuesta izquierda. Tiempo al tiempo.

Miembros de la @cupnacional aceptando el acuerdo con Junts Pel Sí