jueves, 2 de septiembre de 2021

A favor de los peajes

 

Leo con estupor que una entidad ambientalista llamada Maresme Sostenible animó a celebrar con cava el cierre del peaje de la C-32 en base a una argumentación que no parece estar muy alineada ni con las teorías ambientalistas ni con las de sostenibilidad.
 
Ahora que estamos inmersos en la Agenda 2030, entre cuyos objetivos principales destacan combatir el cambio climático, parece un sinsentido eliminar los peajes de las autopistas, incentivando de esta forma el uso del transporte privado en lugar del compartido o público. Se podría decir que bueno, que en los próximos años (ya se verán cuantos) todos los automóviles serán eléctricos y por tanto no contaminantes. El problema es que eso no es del todo cierto porque el impacto de construir vías para el automóvil privado seguirá siendo el mismo, además de que la energía eléctrica, desde el punto de vista medioambiental y de eficiencia, no parece ser una de las opciones más sostenible por el fuerte impacto ecológico que supone su producción (presas, parques eólicos y solares, etc.), distribución y almacenamiento, y las pérdidas de energía que se producen durante estos procesos.

Pero dejando de lado los aspectos medioambientales o ecológicos, también hay que tener en cuenta el aspecto social.
¿Es justo que toda la ciudadanía pague unas vías que solo utilizan unos cuantos? Parece que el concepto de autopista se ajusta bien al de concertación, es decir, que el usuario pague una parte por su uso; desde luego, mucho mejor que, por ejemplo, la educación, ya que esta última es obligatoria mientras que usar una autopista no lo es, además de que existen vías alternativas para la mayoría de trayectos.
Por otro lado, por muchas campañas que pusieran en marcha algunos, tampoco es cierto que los peajes de Cataluña los pagáramos los catalanes porque en realidad los pagaban únicamente los usuarios de esas vías, entre ellos prácticamente la totalidad de españoles que utilizan el automóvil para salir del país, así como los turistas que entran en el mismo utilizando ese medio, y por descontado las empresas transportistas. Ahora, en cambio, el mantenimiento de esas vías correrá a cargo del presupuesto del Estado, con la consiguiente movilización de recursos y del aumento del déficit público que podría ser destinado otras partidas más necesarias en lo social. Sin olvidar que los términos municipales por los que pasan las autopistas dejarán de ingresar ese IBI, que en muchos casos constituye un porcentaje importante de su presupuesto, y la pérdida de puestos de trabajo.
 
En general, esto de eliminar los peajes de las autopistas no parece una gran idea. Así deben verlo también los del “Espanya ens roba” que han decidido no liberar los peajes sobre los que tienen competencias, en una demostración más de que la mayoría de los movimientos, supuestamente sociales, promovidos por partidos o colectivos independentistas, como el #NoVullPagar, suelen responder únicamente a un vulgar criterio electoralista con la finalidad de crear un efecto de primacía en los medios, lo que ahora comúnmente llamamos hegemonía cultural, sin importarles si eso es realmente beneficioso para Cataluña o si ello perjudica a sus ciudadanos. Puro marketing político, vaya.
 
 
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