sábado, 10 de octubre de 2015

¿Quién ha jodido el derecho a decidir?

No entiendo cómo estos que se hacen llamar la izquierda, sobre todo los más favorables a la democracia participativa, han dejado que los independentistas se apropien del llamado ‘derecho a decidir’, impidiendo de esta forma que se produjera un debate social que profundizara  sobre cómo dotarlo de contenido y validez jurídico-política real.
Las ansias de poder no se crean ni se destruyen, sino que transforman sus mecanismos para perpetuarse de una forma u otra. Así, como espectadores de lujo, hemos asistido estos últimos años a la progresiva transformación que ha sufrido el ‘derecho a decidir’ en manos secesionistas.
Que nadie se lleve a engaño, nosotros ya advertimos que a los independentistas no les interesa el ‘derecho a decidir’, pero fueron precisamente los izquierdistas de pà sucat amb oli los que, como buenos tontos útiles, mantuvieron al independentismo en alza, asegurándonos que el ‘derecho a decidir’ era una especie de cosa para decidirlo todo, y que los que estaban en contra por considerarlo un eufemismo de ‘derecho a imposición’ éramos en realidad gente con repulsión a la democracia.
Pues bien, señores del puño cerrado (sobre todo si hay subvención que agarrar), vayamos a la realidad: ¿cuántas veces nos ha preguntado algo la Generalitat, siempre gobernada por vosotros y los de la estelada, sobre cualquier asunto que le competa? Pues exactamente ninguna, así antes como ahora.
Debe ser casualidad eso de que no quieran preguntarnos sobre nada de lo que administran, no sea que les fastidiemos el negocio, pero quieran preguntarnos sobre lo que no administran, a ver si con un poco de suerte se lo arrebatamos a la malvada Madrid y lo acaban administrando ellos.
Sí, de verdad, que no es un mito, que los catalanes ‘mayores de edad’ existimos; el resto, si quieren, que sigan participando en los corros de la patata oficialistas cada 11 de septiembre, pero que no nos vengan con sus retorcidas milongas.
Empezaron diciendo que para que ganara la opción independentista era necesaria una mayoría aplastante, que rápidamente cambiaron a una mayoría suficiente, que acabaron rebajando primero a un 55% y después al 51%, para terminar las rebajas, como suele decirse, tirando la casa por la ventana pretendiendo hacer creer a alguien que con una mayoría de escaños (conseguida gracias a una ley electoral que les favorece, aunque solo representen el 47% de los votos contabilizados en unas elecciones autonómicas, es decir, un 39% del censo y aún un porcentaje inferior sobre la población total catalana), es suficiente para llevar a cabo el único objetivo que han tenido siempre: imponer su criterio.

Está claro que no quieren que decidas nada, solo quieren ganar en base a una legitimidad arbitraria, que ellos mismos inventan y transforman según el día. Por eso, ahora más si cabe que antes, va a ser muy difícil que algún día el ‘derecho a decidir’ se quite el sambenito de vulgar eufemismo en manos ultranacionalistas.


martes, 1 de septiembre de 2015

Secesionismo: una cuestión española, y una posible solución.

Que España es un país de contrastes, qué duda cabe; que España es multicultural, claro está (aunque los secesionistas intenten confundir este hecho con ser plurinacional); y, aún así, todo esto no parece motivo suficiente para que España tenga que ser necesariamente un país contradictorio, como de hecho lo es varios aspectos.
Uno de esos aspectos es que puedan existir partidos y entidades secesionistas, mientras que la secesión no es posible legalmente. ¿Qué sentido tiene eso? Ninguno; más bien se trata de una anomalía que conduce a equívocos, favoreciendo las ‘astucias’ de cualquier chava tramposo que alce la voz.
Por ello, la situación está requiriendo una solución susceptible de no eternizarse en el tiempo, y eso, seguramente, jamás será posible de conseguir si el país no supera la etapa de democracia acomplejada a la que se ha visto abocado últimamente, desde el fin de lo que se llama Transición, para ser concretos, y se plantea abiertamente la cuestión sin complejos intelectuales.
A mi entender, una de las mejores formas de conseguir esto sería preguntando directamente a los españoles -al ser los depositarios de la soberanía-, si quieren renunciar a sus derechos soberanos sobre el conjunto y trocear estos por CC.AA. para que los chiringuiteros de turno tengan la posibilidad de secesionarse mediante la victoria en referéndum.
Varias cosas se conseguirían, entonces. En primer lugar, que el Estado fuera el que tomara la iniciativa sobre una cuestión que si no deja en manos secesionistas, que acaban creyéndose con el derecho a fantasear y comerciar con la posibilidad de cometer una ilegalidad, o lo que surja. Tomando la iniciativa, además, se consigue eliminar a los partidos secesionistas como únicos interlocutores legítimos, al ser el Estado el convocante (bajo autorización parlamentaria).
Sin duda, una de las mejores cosas es que nadie se podría quejar de la convocatoria de un referéndum de este tipo, a no ser que algunos quieran hacer ya totalmente visible su difícilmente disimulable hipocresía latente, pues han sido ellos mismos los que no han dado lecciones de democracia participativa, con eso de que hay que preguntar muchas cosas al pueblo.
Oye, preguntemos pues.
Si gana el sí (o el no, según la pregunta), se aceptaría la cesión de la soberanía a las CC.AA. para que estas puedan convocar este tipo de referéndums, tal y como hizo el Reino Unido permitiendo el que perdieron los independentistas de Escocia.
El siguiente paso lógico sería adaptar la Constitución a la nueva realidad, y que el Parlamento, por su parte, apruebe una especie de ‘Ley de Referéndum para la Independencia de las CC.AA.’ con el fin de regular este tipo de consultas, es decir, bajo qué circunstancias puede convocarse, cómo debe ser –o no ser- la pregunta, porcentajes de participación para que el resultado sea válido, implicaciones de la victoria del sí (en el sentido de si implica la secesión directa, o un inicio de conversaciones entre representantes políticos que no tiene por qué desembocar necesariamente en la secesión total), etc. Es decir, que en definitiva se trataría de elaborar una ley similar a la ‘Ley de Claridad’ que Canadá aprobó para el caso quebequés.
Si por el contrario, ganara el no, entonces la secesión pasaría a considerarse un delito con penas aplicables a todos aquellos individuos u organizaciones que la promuevan.
En ambos casos, por supuesto, la situación se podría revertir mediante la convocatoria de un nuevo referéndum, previa autorización del Parlamento.

Con esto, un problema nos asalta de inmediato: podría darse el caso de que en Cataluña y Euskadi ganara el sí a permitir la secesión, mientras que en el resto del país ganara el no. Es una posibilidad, estaremos de acuerdo, aunque no parece tan probable como algunos han tratado de vender, y menos con un resultado aplastante en favor del sí. El no también tiene bastantes posibilidades de imponerse, y más si se abre un debate serio sobre las consecuencias reales de la secesión, ya que el independentismo anda escaso de argumentos y estos prácticamente se limitan a manías persecutorias de viejo, prejuicios de jóvenes, e incultura y desconocimiento de la historia propia mezclados con delirios de grandeza como reflejo de un marcado complejo de inferioridad, en general. Además, está el hecho nada despreciable de que vivir en una eterna situación política sustentada en la mitología puede llegar a resultar agotador, y tal vez a los catalanes nos empiece a interesar más superar esta etapa de mirarnos el ombligo para pasar a otra de colaboración, basada en la solución de problemas.

En todo caso, y ya para concluir, utilizando un poco su neolengua, siempre podremos decir que aunque en algún lugar ganaran los troceadores de la soberanía en chiringuitos, esto simplemente significa que en el conjunto del país se han formado ciertos guetos favorables a desunir a nuestro pueblo, por lo que se deben tomar las medidas oportunas de marginación positiva, o de cualquier otro tipo, que se crean convenientes para que la gente con manifiesta incapacidad cultural para integrarse en nuestra sociedad pueda hacerlo en las normas de convivencia comúnmente aceptadas por la voluntad democrática y mayoritaria del pueblo que los acoge. Con dos cojones (ovarios), para entendernos.

miércoles, 8 de julio de 2015

La democracia acomplejada

La democracia española no es perfecta, como seguramente tampoco lo es ninguna otra democracia, o sistema organizativo, del mundo. ¿O es que acaso alguien puede citar un país con democracia perfecta? Digamos que es un asunto complicado, y que incluso puede ser subjetivo, ya que lo que nos encontramos en la práctica son países totalmente democráticos pero organizados de forma diferente, que reconocen unos derechos u otros según sus constituciones o leyes fundamentales aprobadas democráticamente por el pueblo mediante referéndum, o delegando esta función en sus legítimos representantes, etc.
No obstante, la democracia, según la R.A.E., no es más que la “doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno”, lo que deja abierto un amplio abanico de posibilidades.
Por eso, el debate que estamos viviendo en estos momentos en España no es si somos un país democrático, o no -cosa evidente que sí, aunque los independentistas acusen al sistema de antidemocrático cada vez que no se les permite trocear la soberanía del pueblo a su antojo para poner esos trocitos al servicio de sus ocurrencias partidistas-, sino que el debate ‘real’ gira entorno a si queremos una democracia estrictamente liberal o participativa, o una mezcla de cierto porcentaje de ambas (cosa que en buena medida ya se ha hecho en varias ocasiones consultando a la población española sobre algunos temas excepcionales).

De todas formas, ya que a los nacionalindependentistas les gusta tanto lo de los hechos diferenciales, citaré uno que no cabe duda de que es cien por cien español: tener una democracia acomplejada.
Sí, en efecto, la española es una democracia acomplejada sobre todo debido al franquismo, y es que, acabada la dictadura, el nuevo sistema democrático nunca se atrevió a mostrar toda la firmeza que requiere la autodefensa de los propios valores democráticos por temor a que la gente no percibiera las diferencias efectivas entre un sistema y otro, y el nuevo sistema fuera tildado igualmente de autoritario, o pseudofranquista, lo que hubiera dificultado su consolidación (cosa que con el tiempo ha ido desembocado en un hecho curioso, pues cuanto más flexible se ha sido en la interpretación y aplicación de ciertas leyes, como las educativas, más se ha tachado de franquistas y totalitarios a los que han propuesto o aprobado estas modificaciones de forma democrática).

Pero, por mucho que quieran hacernos creer otra cosa, la democracia en ningún sitio es sinónimo de hacer lo que te de la gana cuando te venga en gana, ni siquiera aunque se arrastren masas (el fascismo, sin ir más lejos, movía masas); eso más bien estaría en sintonía con teorías libertarias que, en última instancia, tampoco se aplican en ningún sitio, en el sentido de que para construir una mínima sociedad, digna de su significado, hacen falta una serie de normas que, si han sido aprobadas de forma democrática, constituyen el sistema democrático en sí mismo.

Por consiguiente, saltarse el marco legal soberano, o no defenderlo jurídicamente hasta sus últimas consecuencias, no sólo puede ser constitutivo de delito sino que, ante todo, es un acto profundamente antidemocrático.

sábado, 20 de junio de 2015

El Hombre de Hielo contra el Hombre de Fuego

El otro día fui a la escuela a recoger a uno de mis sobrinos pequeños, de cuatro años y algo. Era un día caluroso, y de camino a su casa quiso que le comprara un helado de esos tipo flash (o así los llamábamos en mis tiempos), esos que son una barra de hielo de sabor, por así decirlo, envuelta en un plástico. Así que, después de abrírselo, cogí a mi sobrino y me lo puse sobre los hombros para que se lo fuera comiendo tranquilamente mientras proseguíamos el camino hacia su casa.

El niño estaba sorprendido por lo frío que estaba aquello, y me iba plantando sus manitas en la cara para que yo también pudiera comprobar lo frías que las tenía. Al final le dije que parecía el Hombre de Hielo, y como ese comentario pareció hacerle bastante gracia decidí seguirle un poco el juego (para que de paso se estuviera quieto y dejara de destrozarme la espalda, pues hasta el momento no había dejado de moverse de un lado a otro estando sentado sobre mis hombros), y le pregunté que quién creía él que ganaría una posible lucha entre el Hombre de Hielo y el Hombre de Fuego.

Automáticamente yo también me puse a pensar sobre aquello, por lo que no tuve dificultad para descubrir lo que previsiblemente iba a responder mi sobrino, pues por su edad era poco probable que evaluara la situación en toda su complejidad: ganaría el Hombre de Fuego porque sus llamas descongelarían en un santiamén al Hombre de Hielo.
Y, efectivamente, eso fue lo que respondió: una respuesta que le daba la victoria inmediata, pero que en absoluto tenía en cuenta que cuando el Hombre de Hielo se derritiera se convertiría en agua, y entonces ésta apagaría al Hombre de Fuego.

Algo parecido les sucede a las secesionistas cuando sueñan que pueden destruir España, sin plantearse las consecuencias que ello podría tener para su propio bienestar.
Por alguna razón, seguramente relacionada con la educación que han recibido por parte de sus familiares, los secesionistas se han creído que pueden hacer lo que quieran -pueden hacer DUIs, pueden saltarse leyes y sentencias, inventarse las suyas propias, crear lo que llaman estructuras de Estado, insultar, etc.-, y que eso no tiene ningún tipo de consecuencia para ellos –como sin ir más lejos está suponiendo el creciente desprestigio de la Generalitat, de TV3 y otros medios de comunicación ‘tradicionales’, para buena parte de la población catalana­-. Por el contrario, están convencidos que esto les favorece, y que el universo entero les va a apoyar, excepto los ‘españoles’, a los que, pobrecitos, ya sólo nos va a quedar la posibilidad de contemplar impasibles como el país se diluye como un azucarillo.
Por supuesto, si España actuara con contundencia en caso de DUI, por ejemplo, suspendiendo la autonomía, inhabilitando cargos públicos y restableciendo el orden, se sienten felices porque se han creído que la UE sancionaría a España, que nos expulsarían ya no solo de la UE sino que es probable que también del espacio sideral, aunque lo cierto es que no existe ningún precedente de sanción por hacer que se cumplan y respeten las constituciones democráticas de los estados miembros de la Unión. A lo mejor, y digo a lo mejor, los sancionados serían ellos, y los catalanes los afectados por la ineptitud de sus representantes enfermos de delirios de grandeza, como les está sucediendo con la progresiva politización a la que están sometiendo al mundo del deporte, y al ya sin duda considerado equipo del Régimen.
De todas formas, en el improbable caso de que España fuera sancionada de alguna forma, esto también repercutiría en su millón y pico de seguidores (dependiendo del día), como mínimo económica y socialmente.

<<¿Qué hay que hacer, entonces?>>, me preguntó el niño respecto a la lucha del Hombre de Hielo contra el Hombre de Fuego.

<<Pues no enfrentarse>>, fue la respuesta para nada novedosa que le di, pues la misma Teoría de los Juegos nos advierte de que, cuando dos contrincantes pierden con el enfrentamiento, lo mejor es no enfrentarse y colaborar. Incluso los tratados de muchos siglos atrás, como El arte de de la guerra de Sun Tzu que trata de cómo imponerse al contrincante evitando la guerra (el enfrentamiento), tiene en cuenta estas situaciones.


De todas formas, por mucho que nos rompamos la cabeza con estas cuestiones, todas estas teorías tienen un problema de base y es suponer que los individuos son racionales y se comportan como tales, mientras que nosotros estamos hablando de secesionistas.

domingo, 24 de mayo de 2015

La ultrapolítica y los independentistas

Las reivindicaciones de los independentistas en absoluto son políticas, y no lo son por la forma misma en la que ellos las plantean.
Existen varias formas de negar el hecho o conflicto político. Jacques Rancière citaba 3, a saber:
  1. La archipolítica.
  2. La parapolítica.
  3. La metapolítica.
No voy a definir estos conceptos, pues aunque en menor o mayor medida también se dan en los independentistas -sobre todo, la archipolítica-, la forma de negación de lo político que más emplean los de la estelada es una cuarta, llamada ultrapolítica.

El término ultrapolítica lo descubrí por primera vez leyendo al filósofo esloveno Slavoj Zizek, pero desconozco si fue acuñado por él. A este respecto, sólo puedo añadir que Rancière no cita el término, y que no he encontrado su origen a pesar de haberlo buscado, por lo que a falta de nuevos datos le atribuiré la paternidad momentánea al esloveno.
Sin embargo, el concepto que expresa no es nuevo, y menos para los que no somos independentistas. Quién mejor para definirlo que el padre de la criatura: La ultrapolítica es “el intento de despolitizar el conflicto extremándolo mediante la militarización directa de la política, es decir, reformulando la política como una guerra entre “nosotros” y “ellos”, nuestro Enemigo, eliminando cualquier terreno compartido en el que desarrollar el conflicto simbólico.”
Os resulta familiar, ¿verdad? Pero es que, además, en el caso del nacionalismo catalán en general, pero sobre todo del independentismo en particular, la ultrapolítica se utiliza en dos sentidos: como forma de relacionarse con el Estado y como forma de relacionarse con los propios catalanes, a los que se deniega reiteradamente tener otras aspiraciones políticas fuera del oficialismo imperante, bajo la más que latente amenaza de estigmatización social.
A esta forma de proceder, también podríamos bautizarla con un nombre alternativo, más nuestro, como por ejemplo ‘guerracivilismo’ político, pero, en cualquier caso, de lo que se trata es de convertir la política en una especie de guerra social, con buenos y malos predeterminados por adelantado, con la intención de evitar un posicionamiento favorable de la población hacia la otra parte –la no oficialista-. Es por esto por lo que se puede afirmar que el independentismo no es democrático, ya que negando lo político, obviamente, niega la existencia de la política, es decir, de la alternancia de otras formas de hacer y pensar, con lo que ya sólo nos queda obedecer al oficialismo, contribuyendo de paso a su perpetuación.
Llevamos 300 años en guerra; si no hacemos esto u aquello, Cataluña desaparecerá; sí o sí; pretenden la desaparición del catalán; fascista, franquista, botifler… y todo el bonito lenguaje del discurso secesionista.
Artur Mas es un maestro de la ultrapolítica, de la guerra a ultranza que diríamos aprovechando lo de 1.714; pero lo es porque la base ideológica del independentismo, más si cabe aún del vasco, es la derrotar del Enemigo, es decir, de España. La única solución que ellos van a considerar aceptable es nuestra derrota.

¿Por qué actúan así los independentistas? Pues porque saben que si sometiéramos la independencia, y otras cuestiones como la educación, a un estudio y debate político público racional, en igualdad de condiciones, nos daríamos cuenta de que no todo es tan ‘bonito’ ni rentable como nos lo pintan, y que, por tanto, la independencia no es conveniente. En cambio, lo que sí les conviene es que la gente siga teniendo la expectativa de la idílica independencia en la cabeza, porque precisamente ha sido con ese ‘ruido’ con el que han conseguido hacerse con el poder, y perpetuarse en él. Es un mensaje bueno para seducir a los despistados de neuronas, que da votos y que produce un desgaste mínimo, ya que todo lo que salga mal se le puede achacar al Enemigo.
La cuestión es: ¿para qué sirve un independentista después de la independencia?

domingo, 26 de abril de 2015

La pitada al himno

No soy partidario de darle mucha importancia a este asunto, pues, a veces, como dijera el presidente Rajoy, el mejor desprecio es no hacer aprecio. Tanto es así, que estoy convencido de que si todos los españoles les dijéramos a los independentistas: “venga va, silbad nuestro maldito himno que nosotros también lo odiamos”, automáticamente dejarían de hacerlo sólo para fastidiarnos. Y es que son así. ¿O acaso no habéis escuchado nunca al típico independentista -y no me refiero sólo al mediático, sino también a la gente de la calle-, decir aquello de que los españoles se van a poner histéricos con la pitada al himno, y cosas por el estilo? Parece que disfrutan con ello; y es cierto, disfrutan con ello.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que son nacionalistas, por lo que ‘conscientemente’ consideran que abuchear un himno nacional es una falta de respeto gravísima que obligatoriamente tiene que jodernos muchísimo a los españoles. Y precisamente es esto lo que me interesa del asunto: Ellos creen que abuchear el himno nos debe joder muchísimo, y por eso van y lo hacen, dejando claro que su forma de ser y proceder tiene algo de maltratador sádico, al estilo de esos niños que cogen un insecto y disfrutan arrancándoles las patitas. La diferencia es que la mayoría de niños deja de hacerlo cuando comprenden que están llevando a cabo un maltrato gratuito, mientras que a los independentistas esto no se les pasa nunca.
Por ello, el independentismo -o nacionalismo radical-, nunca podrá ser atajado mediante acuerdos políticos, o no del todo, ya que ellos no hacen política; ellos hacen otra cosa, cuya solución seguramente está mucho más relacionada con temas de salud pública, o educativos, que con el simple encontronazo de puntos de vista políticos.

Independentistas expresándose.
Por otro lado, el abucheo al himno español, aparte de ser provocado por la pulsión de maltratador-sádico que rige al independentista, tiene también una dimensión legal, o delictiva si se prefiere.
Los independentistas, tratando de justificar su comportamiento, van a recurrir al pretexto de la ‘libertad de expresión’, pero para ellos la libertad de expresión es sólo una simple excusa que les posibilita la realización de cualquier acto aunque este incumpla las nociones básicas de la ética, la moral, el buen gusto, e incluso de la legalidad (en cambio, si es otro quien sobrepasa estos límites refiriéndose a ellos, no aceptan la excusa de que los que les critican lo hacen en base a la libertad de expresión, en consonancia con su conocida dualidad que los hace tan ‘simpáticamente’ incoherentes.
Se tiende a obviar, además, que el derecho a la libertad de expresión no implica que no se puedan cometer delitos, más o menos penables, durante su ejercicio. Las propias organizaciones que velan por el cumplimiento de la libertad de expresión, como la Organización Foro de la Libertad, consideran adecuado que existan sanciones legales, o bien reprimendas en forma de desaprobación social, por ejemplo en los casos llamados del “discurso del odio”, ya sea en base al “principio de daño” o bien al “principio de delito”.
¿Si los independentistas no tienen ninguna dificultad para poder ‘expresar’ libremente sus puntos de vista en España; si el abucheo se produce con absoluta voluntad de hacer daño y ofender; y si ese abucheo se dirige a un ente político, social y nacional concreto, con la voluntad de hacerle daño y ofenderle, no puede ser este acto considerado un delito claro de xenofobia en general y de hispanofobia en particular, es decir, de discurso del odio?
Si se debe suspender o no el partido, es sólo una posibilidad entre tantas; pero lo que sí parece claro es que este tipo de acciones organizadas con clara intención de ofender a un colectivo concreto deberían estar reguladas de alguna manera para evitar consecuencias indeseables. Incluso el propio Papa Francisco reconocía, tras el atentado contra la revista Charlie Hebdo, que "si […] dice una mala palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo... ¡Es normal!". No sé qué pretenden los independentistas con esto, ¿iniciar un debate ‘racional’ sobre la libertad de expresión?
Por suerte, para todos, en las reacciones viscerales ante las ofensas ajenas, los no independentistas también solemos mostrarnos a un nivel muy superior al de los independentistas, que tienen tendencia a mostrarse vulgarmente chabacanos; y seguramente esto es porque hemos entendido que el maltratador sádico no es nada sin nuestro sufrimiento, y que, ciertamente, a veces, como se decía al principio: el mejor desprecio es no hacer aprecio.

miércoles, 1 de abril de 2015

La politización de las víctimas

Que el independentismo no pierde ocasión para difundir su odio hacia lo español como parte de su estrategia política, es algo sabido y especialmente sufrido si eres catalán no secesionista.
Nosotros, los botiflers, ya tenemos asumido que los camisetas amarillas rayen lo delictivo, pero es que con el accidente aéreo se han superado, rozando lo repugnante, intentando mendigar alguna polémica político-identitaria que pudiera reavivarles el proceso.
La primera de las polémicas tratan de crearla después de que la portavoz del Gobierno compareciera en rueda de prensa para informar sobre la catástrofe.
Pongámonos en situación: cuando sucede el accidente a duras penas se dispone de la lista de pasajeros del vuelo, motivo por el que se da el único dato disponible de que en el avión viajaban 150 pasajeros, 45 de ellos con apellidos españoles, que supone una primera aproximación, o estimación, al posible número de víctimas con esta nacionalidad. Claro que pueden haber españoles que se apelliden Yen o Smith, del mismo modo que puede haber un García que sea francés, y también pueden haber personas con doble nacionalidad, etc., pero teniendo en cuenta que el vuelo hacía la ruta Barcelona-Düsseldorf, se entiende que la probabilidad de que un García o un Puig sea español, y un Schröder alemán, es bastante alta.
Tanto daba, porque para los que tienen como leitmotiv principal de sus vidas el odio a lo español fue oír lo de apellidos españoles y al momento ya teníamos a la avanzadilla del régimen estelado ejercitando los 2 minutos de odio orwelliano contra España, en Internet, en esta ocasión al comandados por Quim Monzó y Carles Boix.
El primero se apresuraba en definir las palabras de la portavoz del Gobierno como ‘obsesión racial’, y muchos supusimos automáticamente que debía referirse a la suya, pues a nadie en su sano juicio se le había ocurrido emplear un término como ‘raza’. Ay, esos tics delatores.
Digo yo que si él aún no ha bajado del árbol es su problema, porque el resto sí sabemos que puede haber personas de diferentes razas con apellidos españoles.



Carles Boix, en cambio, opinaba que lo de los 45 apellidos era una forma ‘muy bestia de hablar’. Sería interesante que explicara exactamente qué era lo que le parecía tan bestia, porque a mi lo que me pareció bestia es que alguien se pueda dedicar a negar la existencia del concepto apellido español con un accidente de esas características aún caliente. Suponemos, parodiando a la protagonista de 50 sombras de Grey, que si hubieran dicho apellidos catalanes la diosa que lleva dentro se hubiera puesto a bailar sardanas con pompones de animadora representando con acrobáticos movimientos las letras de la palabra ‘independencia’. Eso si lo tomamos con cierto humor, si lo tomamos con la característica visceralidad independentista podríamos tratar de explicar su actitud advirtiendo de que en otras épocas también había gente que se dedicaba a negar cosas y a participar en uves de ‘Viktoria’. En fin.



La segunda de las polémicas tratan de alimentarla después de que unos cuantos tuiteros hicieran comentarios considerados catalanófobos.
A nadie le gustan estas actitudes, y si los tuits son constitutivos de delito debe sancionarse a los autores. Pero el problema no está sólo en estas actitudes, sino también en las personas que quieren obtener el máximo rendimiento político posible para su causa. Entre esas presuntas personas, como ya viene siendo tradición, se encontraba la omnipresente Pilar, quien al día siguiente, en el programa 8 al día’ de 8TV, ya estaba valiéndose de la comprensible indignación por los tuits para atacar a los españoles, y en especial al PP, asegurando que “hay gente sin alma, que el mal existe, y que lo normal es la empatía con la víctima”. Y no, no se estaba refiriendo ni a Monzó ni a Boix, sino a los malvados españoles y su catalanofobia galopante; a ese gobierno sospechoso que mira por donde ahora se interesa por la catalanofobia en Internet, como si hubiera podido interesarse por ella en el siglo XIX y no lo hubiera hecho.

Con intención aún más descarada se manifestaron los de drets.cat, que no perdieron el tiempo para denunciar la parición de ‘miles’ de tuits catalanófobos tras el accidente, noticia que por supuesto los medios adscritos se dedican a difundir como totalmente cierta.


Aprovechando la situación, alguno de los de este colectivo podría haberle explicado a Monzó cómo se puede ser catalanófobo cuando se trabaja con una hipótesis de 45 apellidos de ‘raza’ española. Bah, pero eso no hubiera favorecido lo suficiente el objetivo de generar repulsa hacia lo español. Para eso es mucho mejor decir primero que son miles los tuits, difundirlo mediáticamente, y luego presentar denuncia sólo por 55, que seguramente correspondían a un número aún menor de tuiteros, es decir, varios tuits publicados por una misma persona. Si no me equivoco, se hablaba de 17 personas, de entre unos 6 millones de tuiteros que hay en España, pero no lo puedo confirmar porque los que buscan la justicia y la transparencia no facilitan los datos.
Es por ello que si quieren que no se ponga en duda su honestidad, deberían mostrar en su página web, o blog, todas las capturas de pantalla que consideran delictivas (el día 30 dijeron que el número de tuiteros ascendía a 38), ya que hasta ahora siempre han mostrado las mismas, correspondientes sólo a un par o tres de usuarios.
Ojo, no fuera que la gran mayoría de esos tuits fueran publicados por independentistas haciendo humor tipo Polònia con ‘Rajoy vestido de nazi’ para mostrar así al ignorante universo como son ‘realmente’ los españoles.
En este caso, parece que así es:



En la misma línea histérica se enmarca lo de dar a entender que el
gobierno mira hacia otro lado porque es catalanófobo, ya que en el caso de León sí que actúo con celeridad contra los que hicieron tuits de incitación al odio, mientras que en este caso no hacía nada. Pero lo cierto es que la realidad es tozuda y que, en el caso de León, se tardaron varios días en detener al autor de los tuits, mientras estos se hacían los ofendidos porque en este caso a las dos horas nadie lo había sido.


Varias cosas van a ser interesantes desde este momento, y para que cierto tipo de medio no haga aparecer y desaparecer los temas según le convenga a la campaña electoral de los que obedecen, habrá que estar pendiente de si los independentistas son finalmente tan exigentes con ‘sus’ tuiteros graciosillos como pretenden que se sea con los tuiteros graciosillos ‘españoles’.
Desde un punto de vista más político, también será interesante ver qué postura adoptarán respecto a los proyectos para regular el uso de internet, ya que hasta la fecha defendían una postura cercana a que regular su uso era propio de dictaduras tercermundistas, cosa que parece contradictoria con exigir a posteriori que se condene a quien ha hecho comentarios delictivos tras el accidente.

Finalmente, advertir que de todas formas ya han conseguido lo que pretendían, que no era otra cosa que alentar las bajas pasiones del potencial electorado independentista con el fin de movilizarlos a su favor de cara a las siguiente citas electorales en Cataluña, sembrando de paso un poquitín más de odio hacia el resto de España. Rastrero uso de una desgracia, que lo podríamos titular.


domingo, 15 de marzo de 2015

El progresivo enraholamiento de XSiM

Antes de escribir esta entrada pensaba empezar diciendo algo así como que a lo largo de su trayectoria se había producido un visible ‘enraholamiento’ en XSiM, pero después de escribirla entera, y ante tal cantidad de documentación encontrada, no sé si debería cambiarlo y decir que a lo largo de su trayectoria se ha producido un visible ‘ensalaimartimiento’ en Rahola. En fin, ya está escrito; lo otro ya lo dejaremos para más adelante, tal vez.
Creo que a nadie se le escapa que ha sido el propio Sala i Martín quien voluntariamente ha decidido convertirse en una especie de Rahola de la economía, exhibiéndose en numerosos medios de radio, prensa y televisión, vendiendo las bondades económicas de la independencia. Y no pongo en duda de que se trata de un buen profesor explicando qué es el IPC en Columbia o en la sobremesa, pero lo que está claro es que cuando se pone a hablar de España se le ve el plumero.
Si por sus predicciones fuera, el gobierno de España habría durado dos años, España estaría expulsada de la UE y del euro, tendríamos corralito, bancarrota total, y de milagro no nos ha bombardeado la OTAN por el tema Cataluña. Me refiero al resto de España, claro; porque a los catalanes automáticamente nos hubieran aceptado en la UE, en el euro… bueno, de hecho Cataluña es posible sin el euro pero el euro no es posible sin Cataluña, porque nosotros igualmente siempre podríamos ser la Suiza del mediterráneo, la Noruega con sol, o el Kosovo de al fondo a la derecha, según vosotros.
Queda claro pues que en numerosas ocasiones el señor XSiM ha intentado difundir una imagen apocalíptica de España con la clara intención de favorecer al independentismo. La cosa no es nueva, pero las patologías se agudizan en épocas de estrés, y en estos últimos años el independentismo ha estado sumido en un estado de euforia colectiva tal que ni los holandeses especulando con cepas de tulipanes en el siglo XVII.
Su punto de partida, por fijar alguno significativo, lo podríamos situar cuando mantuvo la polémica con Ernest Lluch sobre el alcance monetario de lo que los independentistas llaman déficit fiscal. Lluch defendía que para hacer un cálculo que reflejara mejor la realidad se debía tener en cuenta la balanza comercial con el resto de España, muy favorable antes y ahora a Cataluña; Sala i Martín, por el contrario, defendía que las compras y las ventas son voluntarias y el déficit fiscal no, y que por tanto no debían tenerse en cuenta los flujos comerciales. Pero lo cierto es que tampoco hace falta ser el eterno candidato a premio Nobel, según los delirios de grandeza de los propios independentistas, para darse cuenta de que el hecho de que los movimientos comerciales dentro de un país sean o no voluntarios no implica que dejen de generar movimientos fiscales dentro del citado país. Es evidente que una empresa catalana, o que esté instalada en Cataluña, si vende un producto por ejemplo en Albacete, luego liquidará el IVA -y la parte proporcional del impuesto sobre beneficios de esa venta, etc.-, en Cataluña, aunque el pago no lo haya realizado un catalán ni se haya producido en Cataluña. Si, por el contrario, el intercambio es con un país extranjero, aunque sea de la UE, esto no es necesariamente así.
Tampoco se entiende demasiado bien el argumento ese de que el producto catalán es muy bueno y competitivo, y que por eso se compra voluntariamente en el resto de España. ¿Entonces por qué Cataluña no genera el mismo nivel de ventas en Francia, con la que también limita y que es un mercado más grande que el español? La respuesta es básicamente porque la compra no es tan voluntaria como se quiere dar a entender, ni el mercado se comporta igual en un país que en otro. Tiempo atrás, podemos remontarnos años o siglos, la cosa era aún menos voluntaria. Hemos tenido dictaduras, proteccionismo, autarquía y de más, y en esas situaciones siempre se ha intentado incentivar el desarrollo industrial de Cataluña en detrimento de otras zonas a las que se ha forzado a ser consumidoras de esos productos.
Luego está el tema de la metodología, que las cifras son estimaciones, o que se incluyan conceptos discutibles. Gente tan moderada como la Paluzie, que también trabajó en la elaboración de las balanzas, dirán que no, que los cálculos se corresponden con los criterios internacionales aceptados, pero a mi me gustaría saber a qué criterios se refieren exactamente porque las balanzas fiscales entre ‘regiones’ de un mismo país no se publican en ningún sitio.
Aquí enlazo el texto de Sala i Martín en respuesta a Ernest Lluch. Llama la atención que a un señalado por ETA se le tenga la tan poca camaradería como para definirlo como ‘subinspector de la policía nacional’. Supongo que eso forma parte de la forma de entender el concepto de buen profesional entre los independentistas; o eso o que, como por desgracia sabemos en este país, hubo un tiempo en el que unos apuntaban y otros disparaban.

Lo que parece claro es que, a tenor del repaso que le dio Borrell en El País, con la independencia Cataluña no va a tener 16.000 millones de euros más al año. Recordemos que este es uno de los argumentos más empleados por los independentistas para tratar de despertar las más bajas pasiones de la gente, dando a entender que con esos millones la crisis no hubiera existido en Cataluña aunque siguiera galopando por el resto del universo.

Alguno dirá que lo del repaso es subjetivo, pero es el propio Sala i Martín quien desarmado de mejores argumento tiene que ocurrir a la creativa ocurrencia de afirmar que el importe del déficit es como una Visa. ¿Q cojones significa eso? A saber; quizá en su época en el Barça se acostumbró a utilizar la Visa de un modo peculiar, como otros han hecho con las black, porque el resto de mortales tenemos claro que lo que se compra con Visa hay que pagarlo, es decir, que en ese aspecto estaríamos igual que siendo España.

Sorprende, de todas formas, que si uno de los argumentos para independizarse es la deuda que le corresponde pagar a Cataluña, luego nos vengan con eso de que una vez independizados podríamos no pagarla. ¿Esto qué es, una independencia o un sinpa? No sé, pero creo que hay que ser un poco más serio cuando se tratan ciertos temas.
Finalmente, respecto a lo de que el posible déficit fiscal no es voluntario, es discutible en el sentido de que el sistema de financiación autonómico está pactado con las fuerzas políticas escogidas democráticamente por los catalanes, que supongo que en el momento en el que llegaron al acuerdo con el Estado también se sentían tan soberanas como dicen ser.

Pasemos ahora a lo que pasaría después de una hipotética independencia de Cataluña, cuestión sobre la que también pueden hacerse ciertas apreciaciones.
En primer lugar, no entiendo muy bien por qué es un neoliberal como Sala i Martín quien defiende que con la independencia el estado social va a ser mejor que ahora, cuando las aspiraciones de esta corriente económica es precisamente dejar el estado social en la mínima expresión, es decir, extinto en la práctica. Aunque claro, aún se entiende menos que esos que van por la vida de izquierdistas revolucionarios libertarios los hayan asumido con fe ciega. En fin, así son los independentistas.
¿Las pensiones? Garantizadas, por supuesto.
Supongo que para afirmar este tipo de cosas nos basamos en los datos actuales, los únicos de cierto rigor, pero estos datos indican que Cataluña ya es deficitaria con el resto del Estado, y de hecho existe una creciente preocupación por el envejecimiento de la población catalana. Se podría contraargumentar que las pensiones de la posible Cataluña independiente no se financiarán de la misma forma que se financian ahora en España, pero entonces estaría bien que nos explicarán cuál va a ser esa fórmula mágica que las va a garantizar, y si ello va a suponer un aumento de las cotizaciones o de cualquier otro tipo de impuesto.
Ya sabemos que al final el argumento para este tipo de dudas será siempre recurrir a los famosos 16.000 millones, con los que se pretenden amortiguar una posible contracción en el comercio, en las finanzas, o cualquier otro tipo de inconveniente que se pueda producir tras la independencia. Pero como ese es un tema ya comentado antes, y los 16.000 millones no van a aparecer por ningún sitio, parece claro que los mismos economistas independentistas han asumido que el tema de permanecer en la UE se convierte en una cuestión de vital importancia, pues permaneciendo se suavizaría el posible hundimiento del comercio con el resto del Estado, que es el mercado más importante para Cataluña con diferencia, y con el resto de la UE, que es el siguiente mercado en importancia.
XSiM también lo debe entender así, y no lo digo porque sea adivino sino porque de otra forma se hace difícil entender su verdulera reacción ante Durao Barroso, en Davos.

¿Qué podemos hacer, entonces, si finalmente parece claro que quedamos fuera de la UE? Pues sencillo, tener una nueva ocurrencia que consiste en asegurar que en última instancia tanto da, porque rabia rabiña nos convertiremos en Suiza. Se ve que será algo así como la canción aquella de ‘hago chas y aparezco a tu lado’, porque los motivos para conseguirlo no quedan demasiado claros.
Lo de la fijación del independentismo con Suiza es algo digno de estudio. Seguramente  quieren enlazar en un solo concepto eso de que hacen un referéndum cuando les sale de las narices, y para lo que les sale de las narices, cosa que tampoco es cierta, con el hecho que sea un país rico. Pero a mi me parece poco inteligente apelar a ese ejemplo, no sólo por la automática asociación con los casos de corrupción sino también porque Suiza es un país poco comprometido y que, por tanto, a lo largo de su historia ha ido desarrollando una considerable impermeabilidad a la moralidad básica, lo que le ha permitido convertirse sin demasiados problemas en el banco mundial de los traficantes de armas, drogas, proxenetas, corrupción, dictadores, y todo aquel que quiera mantener en el anonimato la titularidad del dinero. ¿No soy justo? Vale, reconozco que también hacen relojes y otras cosas, sí; pero la riqueza les viene de lo otro, y no sé si los catalanes estamos dispuestos a convertirnos en eso, pero, en caso de que así fuera, habría que seguir teniendo en cuenta que la economía de Suiza no se ha creado en un día y que es el producto de una historia muy concreta y diferenciada de la nuestra.
Ya sé, Cataluña puede ser como Suiza porque los catalanes no somos tontos o inferiores a los suizos. Vale, muy nacionalista pero como argumento parece una tontería de dimensiones considerables, entre otras cosas porque implica que en el resto del mundo sí deben ser tontitos ya que no son Suiza. Puestos a hacer este tipo de populismo, yo le diría a Sala i Martín que otra posible forma de converger con los suizos, y que no pasa por la independencia, es que sus amigos no se lleven el dinero allí. Con esto conseguiríamos que los suizos no se hicieran cada vez más ricos y nosotros cada vez más pobres, es decir, conseguiríamos que la renta media de los catalanes aumentara aproximándose a la suiza.
En fin, no nos pongamos nerviosos porque este hombre tiene soluciones para todo.
¿Qué hacer si lo que quede de España no quiere reconocernos tras una Declaración Unilateral de Independencia? Pues muy sencillo, se les cortan las carreteras y las autopistas, y ya jamás un producto español, ni un español, podrá salir de la península para ir a Europa, ni un europeo podrá pasar del Ebro.
Aquí casi podríamos incluir una risa final de malvado saliendo de la garganta profunda de un endiosado Sala i Martín, con chaqueta rosa fluorescente. O eso, o que alguien le explique a este señor que desde 1.714 se han inventado otros medios de transporte, y que también existen otros pasos fronterizos entre España y Europa que no pasan por Cataluña. Pero tanto da, lo que llama más la atención es la pataleta infantil que supone afirmar algo así. ¿O es que acaso alguien en su sano juicio puede pensar que dificultar o negar el transporte de personas y mercancías entre dos territorios de la UE no va a tener consecuencias para la hipotética Cataluña independiente? Y otra cosa a tener en cuenta: ¿cuánto pasarían a costar las autopistas catalanas sin ese tráfico que las financia en gran medida?

Ya para acabar, hacer mención de algunas otras veces en las que Sala i Martín ha quedado dominado por su ‘ismo’ (entendido como ideología) y se le han escapado ciertas inexactitudes (por no decir descaradas mentiras) y exabruptos, con la clara intencionalidad de perjudicar a España y favorecer al independentismo:
Por ejemplo, podíamos citar cuando afirmó que los intereses del FLA eran del 5,8% cuando en ese momento eran del 1%, y actualmente del 0%, y una vez descubierto recurrió de nuevo a un pueril argumento como es que ese dinero ya era de los catalanes, que más o menos sería como exigirle a un banquero que nos conceda el préstamo sin intereses porque a lo largo de la vida voy a ganar suficiente para devolverlo y, por tanto, el dinero ya es mío.

O las veces que ha tratado a los españoles de ‘cazurros’ o ha comparado a una simple niña que ni pincha ni corta, como es la Infanta Leonor, con la niña del exorcista, producto de su aversión a lo que pueda representar para España.

O sus habituales maleducadas respuestas en Twitter a quienes no se sometan a sus visionarias predicciones, entre las que dejo este ejemplo con el emprendedor Martín Varsavsky.
http://martinvarsavsky.tumblr.com/post/81907486015/la-reaccion-inexplicable-del-economista-xavier


Video de muestra del auténtico XSiM:



jueves, 12 de marzo de 2015

Respuesta a los comentarios anónimos de la entrada El síndrome Rahola y los 'ismos'

(Esta entrada, como su título indica, es la respuesta a los comentarios recibidos en la entrada El síndrome Rahola y los ‘ismos’, ya que como Blogger sólo permite hacer comentarios de un máximo de 4.096 caracteres, publicarla de esta forma es la única solución factible que he encontrado para responder.

Posteriormente, la parte que hace referencia a XSiM será publicada como la entrada El progresivo enraholamiento de XSiM -como anticipo al final-, con mínimas alteraciones de estilo en el texto, pero ampliando  el número de enlaces que hacen referencia al enraholamiento del citado.)



Lo primero que me gustaría es pedirte disculpas por no contestar antes. La verdad es que no es que no quiera, simplemente no tengo configurado ningún sistema de alerta que me avise de los comentarios, y yo personalmente no estoy demasiado pendiente del blog.
Mi forma de proceder es simple, y la siguiente: normalmente reflexiono sobre temas que me interesan, que escribo y publico en el blog siguiendo mi propio criterio. Por lo general, o al menos así ha sido hasta ahora, no vuelvo a entrar en él hasta que tengo la intención de publicar una nueva entrada, y entre una cosa y otra puede pasar mucho tiempo. En el caso de las primeras entradas ha pasado incluso más de un año, y es por eso básicamente por lo que en esta ocasión he querido dar una explicación más extensa, ya que realmente tampoco me siento demasiado obligado a justificar mi forma de proceder con mi blog.
Sólo quiero añadir que mi intención es ir mejorando estos aspectos por deferencia a quien pueda tomarse la molestia de leer lo que escribo y hacer algún comentario al respecto. Ya han sido varias las veces que me he dicho que debería estar más pendiente, pero por suerte o por desgracia soy una persona bastante ocupada y lo voy dejando, lo voy dejando, y al final me encuentro con estas sorpresas en forma de comentario.
Por lo demás, sólo dejar claro que no censuro ningún comentario, sea del tipo que sea, y que todos se publican automáticamente. Como se puede comprobar, no tengo demasiados y algunos fueron hechos bastante tiempo después de publicada la entrada, cosa que ha contribuido involuntariamente a mi desidia a la hora de controlar los contenidos.
Lo que sí hago es tuitear a menudo, ya que todos los días suelo leer los medios digitales, y una vez localizadas las noticias que considero interesantes no me ocupa demasiado tiempo tuitearlas, cosa que además puede hacerse con relativa facilidad desde diversos dispositivos, a cualquier hora del día, y casi desde cualquier lugar.

En fin, una vez hecha esta pequeña aclaración, vayamos al tema que nos ocupa:

La entrada Rahola y los ‘ismos’, aunque seguramente mal explicado, trata de la gente que queda sometida a una ideología, a una forma de pensar, hasta el punto de acabar resultando personas algo ridículas.
De entre los citados, quizá yo hubiera dicho que desentonaba más Barberà, a priori el menos histriónico. Pero como casi todo en esta vida, la cosa del sometimiento al ‘ismo’ tiene sus grados, por eso he dicho a priori, porque se trata de algo degenerativo y parece que Barberà decidió hace algún tiempo tomar la senda que le acabará conduciendo a la disolución de su personalidad en el servilismo a una ideología.
Sea como sea, sólo se trata de ejemplos que se pueden cambiar por otros que te gusten más, como los políticos Tardà o Espot, las monjas independentistas, historiadores como Cucurull, algún juez constituyente, o ese largo etcétera que conforma el listado.

Si nos centramos más concretamente en Rahola y Sala i Martín, no se trata de una comparación de currículum, actividades o capacidades, si no más bien es como decir que el azul y el rojo son colores.
De todas formas, y aunque no pretendo hacer un monográfico sobre Sala i Martín, una comparación más minuciosa entre ellos tampoco me parece descabellada. Al fin y al cabo ha sido el propio Sala i Martín quien ha decidido voluntariamente convertirse en una especie de Rahola de la economía, exhibiéndose en numerosos medios de radio, prensa y televisión. No entraré a discutir que sea buen profesor explicando qué es el IPC en Columbia o en la sobremesa; pero cuando se pone a hablar de España se le ve el plumero. Tanto es así, que si por sus predicciones fuera el gobierno de España habría durado dos años, España estaría expulsada de la UE y del euro, tendríamos corralito, bancarrota total, y de milagro no nos ha bombardeado la OTAN por el tema Cataluña. Me refiero al resto de España, claro; porque a los catalanes automáticamente nos hubieran aceptado en la UE, en el euro… bueno, de hecho Cataluña es posible sin el euro pero el euro no es posible sin Cataluña, porque nosotros igualmente siempre podríamos ser la Suiza del mediterráneo, la Noruega con sol, o el Kosovo de al fondo a la derecha, según vosotros.
Queda claro pues que en numerosas ocasiones el señor XSiM ha intentado difundir una imagen apocalíptica de España con la clara intención de favorecer al independentismo. La cosa no es nueva, pero las patologías se agudizan en épocas de estrés, y en estos últimos años el independentismo ha estado sumido en un estado de euforia colectiva tal, que ni los holandeses especulando con cepas de tulipanes en el siglo XVII.
El punto de partida, por fijar alguno significativo, lo podríamos situar cuando mantuvo la polémica con Ernest Lluch sobre el alcance monetario de lo que los independentistas llaman déficit fiscal. Lluch defendía que para hacer un cálculo que reflejara mejor la realidad se debía tener en cuenta la balanza comercial con el resto de España, muy favorable antes y ahora a Cataluña; Sala i Martín, por el contrario, defendía que las compras y las ventas son voluntarias y el déficit fiscal no, y que por tanto no debían tenerse en cuenta los flujos comerciales. Pero lo cierto es que tampoco hace falta ser el eterno candidato a premio Nobel, según los delirios de grandeza de los propios independentistas, para darse cuenta de que el hecho de que los movimientos comerciales dentro de un país sean o no voluntarios no implica que dejen de generar movimientos fiscales dentro del citado país. Es evidente que una empresa catalana, o que esté instalada en Cataluña, si vende un producto por ejemplo en Albacete, luego liquidará el IVA -y la parte proporcional del impuesto sobre beneficios de esa venta, etc.-, en Cataluña, aunque el pago no lo haya realizado un catalán ni se haya producido en Cataluña. Si, por el contrario, el intercambio es con un país extranjero, aunque sea de la UE, esto no es necesariamente así.
Tampoco se entiende demasiado bien el argumento ese de que el producto catalán es muy bueno y competitivo, y que por eso se compra voluntariamente en el resto de España. ¿Entonces por qué Cataluña no genera el mismo nivel de ventas en Francia, con la que también limita y que es un mercado más grande que el español? La respuesta es básicamente porque la compra no es tan voluntaria como se quiere dar a entender, ni el mercado se comporta igual en un país que en otro. Tiempo atrás, podemos remontarnos años o siglos, la cosa era aún menos voluntaria. Hemos tenido dictaduras, proteccionismo, autarquía y de más, y en esas situaciones siempre se ha intentado incentivar el desarrollo industrial de Cataluña en detrimento de otras zonas a las que se ha forzado a ser consumidoras de esos productos.
Luego está el tema de la metodología, que las cifras son estimaciones, o que se incluyan conceptos discutibles. Gente tan moderada como la Paluzie, que también trabajó en la elaboración de las balanzas, dirán que no, que los cálculos se corresponden con los criterios internacionales aceptados, pero a mi me gustaría saber a qué criterios se refieren exactamente porque las balanzas fiscales entre ‘regiones’ de un mismo país no se publican en ningún sitio.
Ahí te dejo el texto de Sala i Martín en respuesta a Ernest Lluch. Llama la atención que a un señalado por ETA se le tenga la tan poca camaradería como para definirlo como ‘subinspector de la policía nacional’. Supongo que eso forma parte de la forma de entender el concepto de buen profesional entre los independentistas; o eso o que, como por desgracia sabemos en este país, hubo un tiempo en el que unos apuntaban y otros disparaban.
Lo que parece claro es que, a tenor del repaso que le dio Borrell en El País, con la independencia Cataluña no va a tener 16.000 millones de euros más al año. Recordemos que este es uno de los argumentos más empleados por los independentistas para tratar de despertar las más bajas pasiones de la gente, dando a entender que con esos millones la crisis no hubiera existido en Cataluña aunque siguiera galopando por el resto del universo.
Alguno dirá que lo del repaso es subjetivo, pero es el propio Sala i Martín quien desarmado de mejores argumento tiene que ocurrir a la creativa ocurrencia de afirmar que el importe del déficit es como una Visa. ¿Q cojones significa eso? A saber; quizá en su época en el Barça se acostumbró a utilizar la Visa de un modo peculiar, como otros han hecho con las black, porque el resto de mortales tenemos claro que lo que se compra con Visa hay que pagarlo, es decir, que en ese aspecto estaríamos igual que siendo España.
Sorprende, de todas formas, que si uno de los argumentos para independizarse es la deuda que le corresponde pagar a Cataluña, luego nos vengan con eso de que una vez independizados podríamos no pagarla. ¿Esto qué es, una independencia o un sinpa? No sé, pero creo que hay que ser un poco más serio cuando se tratan ciertos temas.
Finalmente, respecto a lo de que el posible déficit fiscal no es voluntario, es discutible en el sentido de que el sistema de financiación autonómico está pactado con las fuerzas políticas escogidas democráticamente por los catalanes, que supongo que en el momento en el que llegaron al acuerdo con el Estado también se sentían tan soberanas como dicen ser.

Pasemos ahora a lo que pasaría después de una hipotética independencia de Cataluña, cuestión sobre la que también pueden hacerse ciertas apreciaciones.
En primer lugar, no entiendo muy bien por qué es un neoliberal como Sala i Martín quien defiende que con la independencia el estado social va a ser mejor que ahora, cuando las aspiraciones de esta corriente económica es precisamente dejar el estado social en la mínima expresión, es decir, extinto en la práctica. Aunque claro, aún se entiende menos que esos que van por la vida de izquierdistas revolucionarios libertarios los hayan asumido con fe ciega. En fin, así son los independentistas.
¿Las pensiones? Garantizadas, por supuesto.
Supongo que para afirmar este tipo de cosas nos basamos en los datos actuales, los únicos de cierto rigor, pero estos datos indican que Cataluña ya es deficitaria con el resto del Estado, y de hecho existe una creciente preocupación por el envejecimiento de la población catalana. Se podría contraargumentar que las pensiones de la posible Cataluña independiente no se financiarán de la misma forma que se financian ahora en España, pero entonces estaría bien que nos explicarán cuál va a ser esa fórmula mágica que las va a garantizar, y si ello va a suponer un aumento de las cotizaciones o de cualquier otro tipo de impuesto.
Ya sabemos que al final el argumento para este tipo de dudas será siempre recurrir a los famosos 16.000 millones, con los que se pretenden amortiguar una posible contracción en el comercio, en las finanzas, o cualquier otro tipo de inconveniente que se pueda producir tras la independencia. Pero como ese es un tema ya comentado antes, y los 16.000 millones no van a aparecer por ningún sitio, parece claro que los mismos economistas independentistas han asumido que el tema de permanecer en la UE se convierte en una cuestión de vital importancia, pues permaneciendo se suavizaría el posible hundimiento del comercio con el resto del Estado, que es el mercado más importante para Cataluña con diferencia, y con el resto de la UE, que es el siguiente mercado en importancia.
XSiM también lo debe entender así, y no lo digo porque sea adivino sino porque de otra forma se hace difícil entender su verdulera reacción ante Durao Barroso, en Davos.
¿Qué podemos hacer, entonces, si finalmente parece claro que quedamos fuera de la UE? Pues sencillo, tener una nueva ocurrencia que consiste en asegurar que en última instancia tanto da, porque rabia rabiña nos convertiremos en Suiza. Se ve que será algo así como la canción aquella de ‘hago chas y aparezco a tu lado’, porque los motivos para conseguirlo no quedan demasiado claros.
Lo de la fijación del independentismo con Suiza es algo digno de estudio. Seguramente  quieren enlazar en un solo concepto eso de que hacen un referéndum cuando les sale de las narices, y para lo que les sale de las narices, cosa que tampoco es cierta, con el hecho que sea un país rico. Pero a mi me parece poco inteligente apelar a ese ejemplo, no sólo por la automática asociación con los casos de corrupción sino también porque Suiza es un país poco comprometido y que, por tanto, a lo largo de su historia ha ido desarrollando una considerable impermeabilidad a la moralidad básica, lo que le ha permitido convertirse sin demasiados problemas en el banco mundial de los traficantes de armas, drogas, proxenetas, corrupción, dictadores, y todo aquel que quiera mantener en el anonimato la titularidad del dinero. ¿No soy justo? Vale, reconozco que también hacen relojes y otras cosas, sí; pero la riqueza les viene de lo otro, y no sé si los catalanes estamos dispuestos a convertirnos en eso, pero, en caso de que así fuera, habría que seguir teniendo en cuenta que la economía de Suiza no se ha creado en un día y que es el producto de una historia muy concreta y diferenciada de la nuestra.
Ya sé, Cataluña puede ser como Suiza porque los catalanes no somos tontos o inferiores a los suizos. Vale, muy nacionalista pero como argumento parece una tontería de dimensiones considerables, entre otras cosas porque implica que en el resto del mundo sí deben ser tontitos ya que no son Suiza. Puestos a hacer este tipo de populismo, yo le diría a Sala i Martín que otra posible forma de converger con los suizos, y que no pasa por la independencia, es que sus amigos no se lleven el dinero allí. Con esto conseguiríamos que los suizos no se hicieran cada vez más ricos y nosotros cada vez más pobres, es decir, conseguiríamos que la renta media de los catalanes aumentara aproximándose a la de los suizos.
En fin, no nos pongamos nerviosos porque este hombre tiene soluciones para todo.
¿Qué hacer si lo que quede de España no quiere reconocernos tras una Declaración Unilateral de Independencia? Pues muy sencillo, se les cortan las carreteras y las autopistas, y ya jamás un producto español, ni un español, podrá salir de la península para ir a Europa, ni un europeo podrá pasar del Ebro.
Aquí casi podríamos incluir una risa final de malvado saliendo de la garganta profunda de un endiosado Sala i Martín, con chaqueta rosa fluorescente. O eso, o que alguien le explique a este señor que desde 1.714 se han inventado otros medios de transporte, y que también existen otros pasos fronterizos entre España y Europa que no pasan por Cataluña. Pero tanto da, lo que llama más la atención es la pataleta infantil que supone afirmar algo así. ¿O es que acaso alguien en su sano juicio puede pensar que dificultar o negar el transporte de personas y mercancías entre dos territorios de la UE no va a tener consecuencias para la hipotética Cataluña independiente? Y otra cosa a tener en cuenta: ¿cuánto pasarían a costar las autopistas catalanas sin ese tráfico que las financia en gran medida?

Ya para acabar, hacer mención de algunas otras veces en las que Sala i Martín ha quedado dominado por su ‘ismo’  y se le han escapado ciertas inexactitudes (por no decir descaradas mentiras) y exabruptos, con la clara intencionalidad de perjudicar a España y favorecer al independentismo:
Por ejemplo, podíamos citar cuando afirmó que los intereses del FLA eran del 5,8% cuando en ese momento eran del 1%, y actualmente del 0%, y una vez descubierto recurrió de nuevo a un pueril argumento como es que ese dinero ya era de los catalanes, que más o menos sería como exigirle a un banquero que nos conceda el préstamo sin intereses porque a lo largo de la vida voy a ganar suficiente para devolverlo y, por tanto, el dinero ya es mío.
O las veces que ha tratado a los españoles de ‘cazurros’ o ha comparado a una simple niña que ni pincha ni corta, como es la Infanta Leonor, con la niña del exorcista, producto de su aversión a lo que pueda representar para España.
O sus habituales maleducadas respuestas en Twitter a quienes no se sometan a sus visionarias predicciones, entre las que dejo este ejemplo con el emprendedor Martín Varsavsky.

Bueno, eso es todo para resumir. Supongo que ahora querrás acogerte a algún detallito, o algo así, para decir que todo es erróneo y que todo me lo he inventado yo. Bueno, será un poco aburrido, pero típico de independentistas.
Por cierto, como al final sí que me ha salido una especie de monográfico sobre XSiM, creo que es de recibo publicar esto como una entrada independiente.

Antes de empezar a escribir no tenía pensado ningún título, pero estaría bien que fuera algo con cierta relación con esta entrada y la respuesta. A ver qué te parece éste que se me acaba de ocurrir: El progresivo enraholamiento de XSiM. Estoy abierto a sugerencias.