domingo, 27 de marzo de 2016

Rufián Style

Entre las cosas a destacar del fallido intento de investidura de Pedro Sánchez está, sin duda, la presentación a nivel nacional de Gabriel Rufián, supuesto número uno de ERC por Barcelona (si es que Tardà se lo permite); señor que en Cataluña ya teníamos el gusto de conocer con anterioridad por lo mismo que ahora se le conoce en el resto de España, o sea, por ser, según él mismo, un charnego independentista.
Bueno, cabe decir que los catalanes también lo conocíamos por emprenderla a puñetazos con sus compañeros para conseguir una poltrona en Súmate, organización ideada por ERC para dirigirse a los posibles votantes en castellano sin que su electorado tradicional ultranacionalista se enfade en exceso con ellos.

Para quien no esté familiarizado con el vocablo ‘charnego’, debido a que tiene su origen en la palabra catalana xarnego, solo indicar que, aunque su significado ha variado con el paso del tiempo, su significación ha sido siempre despectiva. Así fue como pasó de referirse a los hijos de franceses con catalanes a los hijos de catalanes con gente de otras partes de España, para acabar convertido en la definición más popularmente empleada por el nacionalismo para referirse a los catalanes de origen no catalán, a los no catalanes del resto de España que viven en Cataluña, y a los castellanohablantes en general. Sería el equivalente al ‘maketo’ usado por los nacionalistas vascos.

Y es que resulta sumamente penoso comprobar como los que presumen de territorios más supuestamente europeizados (¿qué significa exactamente eso?), superiores en todo a la media del resto del país, y por supuesto más cultos y democráticos según los brotes de sus ciudadanos más chovinistas, sean precisamente en los dos únicos en los que se hayan creado palabros xenófobos (y no nos atrevemos a definirlos como racistas porque para la gente normal de los países normales resulta evidente que nos referimos a la misma raza, e incluso para ellos mismo también parece ser así ya que jamás llamarán charnego a un asiático, por poner un ejemplo).
Algunas cosas con estelada han tratado de justificar este fenómeno con el argumento de que se trata de una reacción natural a la fuerte inmigración consecuencia del desarrollismo, pero Madrid también ha experimentado una situación similar y no han inventado una palabra concreta para denigrar a los españoles de otras zonas que viven allí.
Obvio, entonces, que ‘charnego’ es un apelativo referido a un colectivo concreto por su condición, al que se intenta poner una etiqueta de negatividad en contraposición con lo ‘autóctono’; y es que el nacionalismo identitario siempre estará compuesto por una buena dosis de xenofobia, o de algo similar que como mínimo podemos definir como una especie de elitismo identitario que en gran medida se define por oposición a los otros, que aunque puedan llegar a ser buenas personas nunca serán lo mismo porque no son de aquí. De hecho, el nacionalismo también tiene su frase fetiche de respuesta para los no independentistas castellanohablantes: Tu no ho entens perquè no ets d’aquí.

Y es que, aunque el llamado proceso esté siendo un vulgar circo para desviar la atención de otros temas, que no está reportando beneficio alguno a los catalanes, también está sirviendo para dejar patente que los secesionistas no son la mayoría tan aplastante que iban pregonando; por eso ahora tienen como objetivo ensanchar lo que ellos llaman la base de partidarios a la independencia, y es aquí donde entra en juego su xenofobia recalcitrante, ya que, como creen que todos los que tienen el catalán como lengua materna ya les votan, pretenden mostrarse especialmente amables con los castellanohablantes para venderles su populista producto, y es en este contexto donde encajan Súmate y Rufián.
Para conseguir este objetivo de intentar atraer el voto que no consideran por naturaleza secesionista, han inventado una serie de argumentos la mar de curiosos como, por ejemplo, decir que se es español por obligación mientras que es catalán todo aquel que quiera serlo; algo que suena tan supernaïf que incluso podría llegar a ser un titular del Ara o del Avui. El problema es que luego, en la práctica, solo resulta ‘querer’ ser catalán el que se somete a los secesionistas. Pero es que, además, ni siquiera se plantean que eso de que catalán es quien quiera serlo solo es posible gracias a España y a que Cataluña no es un país independiente. Si lo fuera, existiría una regulación para acceder a la nacionalidad catalana, lo que llevaría implícito cumplir cierto tipo de obligaciones, como pasa en todos los países del mundo.

Igualmente retratada queda ERC con la elección de Rufián; enchufaron al susodicho personaje para que diera una imagen de partido tolerante (es decir, que ama a los putos tercermundista castellanohablantes, y todo eso), sin darse cuenta de que, precisamente, con la elección de un rufián, sin mayor mérito que el de ser un charnego sometido a ellos, estaban demostrando todo lo contrario.
No obstante, ERC inventó Súmate, la organización de charnegos independentistas según se definen sus propios dirigentes, por una cuestión claramente xenófoba, al considerar que los castellanohablantes no son independentistas por el simple hecho de ser castellanohablantes, y que hay que explicarles las cosas en su lengua porque si no los muy cazurrilos no lo entienden; y como eran totalmente consciente de las críticas que iban a recibir por parte de su electorado tradicional, claramente ultranacionalista, si empleaban el castellano para dirigirse a este segmento de la población catalana, optaron por crear su hacendada marca blanca llamada Súmate, no fuera que la C de sus siglas quedara en entredicho.
El problema que están teniendo es que ni Rufián ni Súmate están convenciendo mucho porque son malos productos. Ya se sabe que el marketing puede animar a que se pruebe un producto, pero si este es malo el consumidor no repite la compra por mucho canalillo que enseñe quien lo anuncia. Estos autodenominados charnegos independentistas no convencen a los castellanohablantes porque nunca van a defender el estatus actual de su lengua, ni mucho menos la mejora del mismo, exigiendo, por ejemplo, que sea lengua vehicular en la escuela en igualdad de condiciones que el catalán. De hecho, más de una vez han hecho lo contrario, pidiendo que el catalán sea la única lengua oficial en la supuesta República de Cataluña, y es habitual verlos acompañados por los ultras que defienden estas tesis, pues ellos mismos saben que su único cometido es repetir en castellano los mantras que los secesionistas dicen en catalán, y que si se salen del papel de sherpas que les han asignado van a perder rápidamente la poltrona; y ya se saben que para un independentista, sea en una lengua u otra, primero va la pasta y luego la dignidad.

Por todo ello, resulta bastante curioso que Rufián se sienta tan orgulloso de ser un charnego, esa referencia despectiva a su origen, es decir, a algo que no podrá cambiar ni en una Cataluña secesionada; y ya no curioso, sino patético, resulta que lo haga por el simple e indisimulado hecho de que los insultadores lo hayan puesto en nómina.
Desde luego, una sesión de psicoanálisis con este chico no tendría desperdicio. ¿Alguien en su sano juicio puede imaginarse a un africano subido en un estrado predicando que es un negro de mierda… e independentista? (y ojo, porque los separatas a veces añaden el ‘de mierda’ a lo de charnego). Pues parece que a él, sí. Solo hay que escuchar como empezó su ridícula intervención en el debate de investidura cuando, dirigiéndose a socialistas, populares y ciudadanos, les soltó aquello de ‘yo soy lo que ustedes llaman charnego’, sabiendo, como sabemos todos, que precisamente son los afiliados y simpatizantes de estos tres partidos los que han tenido que soportar el mencionado insulto, en gran medida, proveniente de la gente del partido del que ahora forma parte Rufián.
Pérez-Reverte dio en el clavo describiendo lo que le pasa. El pobre ha interiorizado perfectamente la voz del amo que, como se ha dicho anteriormente, considera que los catalanohablantes, los de socarrel o pura cepa, son independentistas por naturaleza; mientras que los castellanohablantes y todo el grupo que no tiene tanta raíz, como Rufián mismo, tienen una naturaleza contraria a la secesión, y parece que el muy mediocre quiera hacerse perdonar sus pecadillos étnicos añadiendo lo de independentista a su currículo de charnego. Se sospecha que a Michael Jackson le pasaba algo parecido con su color de piel.
No, Rufián no habló lento por vergüenza (ya que definiéndose como lo hizo demostró no tener ninguna) ni por nada parecido; sencillamente solo tenía una cosa que decir, que es en lo único en lo que se basa su mensaje y la razón por la que lo han enchufado:
<<SOY…                  UN…              CHARNEGO…                    Y…                 SOY…                       INDEPENDENTISTA. >>
Y claro, por mucho que se intente estirar, esta frase no da para cubrir los 9 minutos de los que disponía. Por eso, acto seguido, en una de las mayores muestras de autopatetismo jamás vistas en el Congreso, trató de rellenar el tiempo que le quedaba explicando lo charnega que era su charneguísima familia.
¿Qué le vamos a oír decir durante los próximos 4 años aparte de repetir mucho lo chanegazo que es? Básicamente que todo el mundo es un fascista excepto los que están a favor de la independencia de Cataluña.

Pero lo más triste de todo esto no es que Rufián sea patético, o que ERC sea el partido que mejor representa el postureo chonisecesionista en el Congreso; lo peor es que Rufián es una de las muestras más evidentes de que la meritocracia como motivo de ascenso social ha muerto en Cataluña para dejar paso al ascenso social por motivos ideológicos, esa especie de mierdocracia en la que el secesionismo quiere sumergir a nuestra tierra.