viernes, 21 de junio de 2013

El independentismo transversal y el somiatruitismo existencial

Algunos consideran que el independentismo es transversal, ¿pero qué significa realmente eso del “transversalismo”? ¿Gente qué piensa totalmente diferente pero que tiene un punto en común? Es decir, que sería algo así como considerar que Jack El Destripador y Rocco Siffredi son transversales, ya que ambos querían “cepillarse” a todo el mundo.
            En fin, dejando de lado la coña, creo que hay que prestar atención al ciclo de vida o evolución de las ideas políticas.
Ahora mismo el independentismo está en su primera fase de idea política, que yo definiría como “somiatruitismo existencial”. Ya sabemos de qué va: la independencia solucionará todos nuestros problemas; todo el universo defenderá a los independentistas hagan lo que hagan, incluso la OTAN bombardeará España si es necesario, y no descartemos que la UE expulse a España y acepte a Cataluña de inmediato; bajarán los impuestos, mejoraran los servicios sociales y los que no, y el resto de españoles seguirá consumiendo el mismo nivel de productos catalanes porque yo lo valgo, etc.
Tratando de hacer un símil, sería la situación anterior a la que Chávez accediera al poder en Venezuela.
            El problema es que después de esta fase viene la época de maduración de las ideas (en el caso de Venezuela, de Maduro) en la que salen a la luz las carencias de las ideologías. Europa del este ya lo vivió con el comunismo: hicieron el muro para no entrar, y acabo siendo para no salir. En el ejemplo que estoy siguiendo, el de Venezuela, lo mismo: el chavismo lo iba a solucionar todo, y ahora tienen hiperinflación, falta de alimentos básicos, etc. Y es que no es lo mismo hacerse el “salvapatrias” en la oposición, que tenerlo que demostrar en el gobierno. Y ahí tenemos el caso de CiU en Cataluña, sin ir más lejos.
            Finalmente, si entramos de lleno en el tema catalán, por muy transversales que quieran hacerse los supuestos independentistas, aquí todos tienen ideas diferentes: en ICV dicen estar a favor del derecho a decidir, que no necesariamente a favor de la independencia. Pero a decidir qué, ¿sólo la independencia o, por ejemplo, también en qué se recorta, o a escoger lengua vehicular en la escuela, etc?; El PSC, respecto al derecho a decidir está un poco como ICV, y respecto al referéndum por la independencia proponen que sea dentro de los márgenes legales; ERC quiere un referéndum aunque sea ilegal, y si hace falta una declaración unilateral de independencia; los de las CUP, básicamente, sólo contemplan la independencia si ésta incluye a los llamados Països Catalans, y siempre que ésta conlleve un sistema social más parecido al comunismo que a otra cosa; y CiU… bueno, CiU no sabe exactamente qué quiere: unos días quiere lo que ordene Junqueras, y últimamente parece que optan por un referéndum dentro de los márgenes legales (algo lógico, pues ilegales ya se han hecho en casi todas las poblaciones catalanas con el resultado que todos conocemos).

            Por todo ello, los NO independentistas tenemos que seguir centrándonos en la argumentación, en el estudio de las consecuencias que tendría la independencia para Cataluña (aunque a veces parezca inútil hacerlo debido al bajo nivel contraargumentador del adversario político), y ellos que sigan centrados en su eterno “somiatruitismo existencial”. ¿Realmente alguien piensa que a los del PNV les gusta una independencia a lo Bildu? 

lunes, 10 de junio de 2013

Cuando el incentivo se consigue gobernando mal.

Incentivo, según la RAE, significa: m. Econ. Estímulo que se ofrece a una persona, grupo o sector de la economía, con el fin de elevar la producción y mejorar los rendimientos. Y se busque la definición que se busque, todas tienden conceptualmente a lo mismo, es decir, a considerar que es la recompensa que se obtiene por lograr una mejora.
Esto, aplicado a la política, y partiendo de que tiene una aceptación positiva, debería significar algo así como el aumento de votos obtenido por el partido político que hace las cosas bien, pues es ésta una actividad que puede expresarse sin demasiados problemas en estrictos términos mercantiles: Un partido ofrece promesas electorales (en el caso de las empresas sería un producto o servicio), que si satisface las necesidades o expectativas que tienen los diversos electores es adquirido mediante el voto (símil del pago que realizarían los consumidores para adquirir el producto o servicio de una determinada empresa). Por supuesto, si hablamos de empresas, después se produce una especie de feedback, una racionalización a posteriori en la que se evalúa la compra realizada. Si el cliente no ha quedado satisfecho, por regla general, pierde la confianza en el producto y no vuelve a comprarlo.
En principio, esto último también debería darse en política, pero precisamente si he dicho que el incentivo en política “debería significar algo así como…” no es por casualidad, pues en el caso de la política catalana suele suceder lo contrario: Y es que parece que cuanto peor gobiernan ciertos partidos, más votos reciben. Sin ir más lejos, ahí tenemos el ejemplo de los de ERC, a los que no se les conoce mayor mérito excepto el de ser unos eternos victimistas.
¿Por qué sucede esto? Pues seguramente porque el producto que venden los partidos soberanistas es más emocional que racional, y ya se sabe que lo emocional es mucho más manipulable que lo racional. Sobre todo si mantienes hipersubvencionados a ciertos medios de información, públicos y privados, y a esos supuestos prescriptores o sherpas “patrióticos”, para que creen la opinión que te interesa.
Noam Chomsky ya dio algunas pistas sobre el tema en el segundo de sus reconocidos 10 principios de manipulación mediática. Según el filósofo estadounidense, éste consistiría en lo siguiente: Se crea un problema para poder ofrecer la solución que interesa. A esto, también se le conoce como “problema-reacción-solución”. Es sencillo y eficaz: Se crea un problema deliberadamente, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste se convierta en el demandante de las medidas que se desean hacer aceptar.
En Cataluña, esto se traduce fácilmente: se pretende vender una solución a todo, que es la consabida independencia. Para ello hay que crear un problema, y se crea a base de gobernar ineficientemente a más no poder, por ejemplo, recortando lo máximo en servicios sociales mientras se aumentan o se mantienen las partidas para temas “identitarios” y para el citado ejército de organismos y medios hipersubvencionados, mientras que, por supuesto, no se hace nada para superar la crisis económica (más bien se fomenta a base de inestabilidad). La reacción es lógica: la gente se mosquea, y pide explicaciones. Pero precisamente para eso se ha hipersubvencionado a los “allegados”, cuya función principal es la de difundir que la culpa de todo es de España, y que la solución a todos los problemas de Cataluña es la independencia.
Y sí, lo cierto es que con esa estrategia los partidos que la practican han aumentado históricamente sus votantes en el principado (o han conseguido mantenerlos) en las épocas más difíciles de gestionar: las crisis. Y es que ya se sabe, las estrategias de manipulación pueden conseguir que a veces el incentivo se consiga haciendo las cosas mal. Y en eso siguen los independentistas.