sábado, 20 de junio de 2015

El Hombre de Hielo contra el Hombre de Fuego

El otro día fui a la escuela a recoger a uno de mis sobrinos pequeños, de cuatro años y algo. Era un día caluroso, y de camino a su casa quiso que le comprara un helado de esos tipo flash (o así los llamábamos en mis tiempos), esos que son una barra de hielo de sabor, por así decirlo, envuelta en un plástico. Así que, después de abrírselo, cogí a mi sobrino y me lo puse sobre los hombros para que se lo fuera comiendo tranquilamente mientras proseguíamos el camino hacia su casa.

El niño estaba sorprendido por lo frío que estaba aquello, y me iba plantando sus manitas en la cara para que yo también pudiera comprobar lo frías que las tenía. Al final le dije que parecía el Hombre de Hielo, y como ese comentario pareció hacerle bastante gracia decidí seguirle un poco el juego (para que de paso se estuviera quieto y dejara de destrozarme la espalda, pues hasta el momento no había dejado de moverse de un lado a otro estando sentado sobre mis hombros), y le pregunté que quién creía él que ganaría una posible lucha entre el Hombre de Hielo y el Hombre de Fuego.

Automáticamente yo también me puse a pensar sobre aquello, por lo que no tuve dificultad para descubrir lo que previsiblemente iba a responder mi sobrino, pues por su edad era poco probable que evaluara la situación en toda su complejidad: ganaría el Hombre de Fuego porque sus llamas descongelarían en un santiamén al Hombre de Hielo.
Y, efectivamente, eso fue lo que respondió: una respuesta que le daba la victoria inmediata, pero que en absoluto tenía en cuenta que cuando el Hombre de Hielo se derritiera se convertiría en agua, y entonces ésta apagaría al Hombre de Fuego.

Algo parecido les sucede a las secesionistas cuando sueñan que pueden destruir España, sin plantearse las consecuencias que ello podría tener para su propio bienestar.
Por alguna razón, seguramente relacionada con la educación que han recibido por parte de sus familiares, los secesionistas se han creído que pueden hacer lo que quieran -pueden hacer DUIs, pueden saltarse leyes y sentencias, inventarse las suyas propias, crear lo que llaman estructuras de Estado, insultar, etc.-, y que eso no tiene ningún tipo de consecuencia para ellos –como sin ir más lejos está suponiendo el creciente desprestigio de la Generalitat, de TV3 y otros medios de comunicación ‘tradicionales’, para buena parte de la población catalana­-. Por el contrario, están convencidos que esto les favorece, y que el universo entero les va a apoyar, excepto los ‘españoles’, a los que, pobrecitos, ya sólo nos va a quedar la posibilidad de contemplar impasibles como el país se diluye como un azucarillo.
Por supuesto, si España actuara con contundencia en caso de DUI, por ejemplo, suspendiendo la autonomía, inhabilitando cargos públicos y restableciendo el orden, se sienten felices porque se han creído que la UE sancionaría a España, que nos expulsarían ya no solo de la UE sino que es probable que también del espacio sideral, aunque lo cierto es que no existe ningún precedente de sanción por hacer que se cumplan y respeten las constituciones democráticas de los estados miembros de la Unión. A lo mejor, y digo a lo mejor, los sancionados serían ellos, y los catalanes los afectados por la ineptitud de sus representantes enfermos de delirios de grandeza, como les está sucediendo con la progresiva politización a la que están sometiendo al mundo del deporte, y al ya sin duda considerado equipo del Régimen.
De todas formas, en el improbable caso de que España fuera sancionada de alguna forma, esto también repercutiría en su millón y pico de seguidores (dependiendo del día), como mínimo económica y socialmente.

<<¿Qué hay que hacer, entonces?>>, me preguntó el niño respecto a la lucha del Hombre de Hielo contra el Hombre de Fuego.

<<Pues no enfrentarse>>, fue la respuesta para nada novedosa que le di, pues la misma Teoría de los Juegos nos advierte de que, cuando dos contrincantes pierden con el enfrentamiento, lo mejor es no enfrentarse y colaborar. Incluso los tratados de muchos siglos atrás, como El arte de de la guerra de Sun Tzu que trata de cómo imponerse al contrincante evitando la guerra (el enfrentamiento), tiene en cuenta estas situaciones.


De todas formas, por mucho que nos rompamos la cabeza con estas cuestiones, todas estas teorías tienen un problema de base y es suponer que los individuos son racionales y se comportan como tales, mientras que nosotros estamos hablando de secesionistas.