domingo, 7 de diciembre de 2014

El síndrome Rahola y los ‘ismos’

Sí, lo reconozco. Yo soy de esos: comprendo a Rahola, esa mujer que desde infinito tiempo atrás decidiera diluirse en un ‘ismo’, en su caso de independentismo, y empezar a defender esos postulados hasta la muerte, quiero entender que al principio por algún tipo de convicción y luego además previo pago.
Casi nunca comparto lo que dice, pero sí comprendo en la situación en la que se encuentra. Su problema es que ha llegado a tal punto que ahora está en la situación de tener que defender todo lo que diga o haga el mundo independentista, incluidos los absurdos y pasados de moda topicazos acerca de España, porque pobre de ella si ahora decidiera moverse. No cabría duda de que entonces dejaría de salir en la foto y de que serían sus propios partidarios los primeros en pedir su cabeza de traidora (blotiflera).
No se trata de algo nuevo, es lo que podríamos definir como ’el problema del sometimiento al ‘ismo’’.
A la ideología, al ‘ismo’, seguramente se llega en una primera fase como solución a una necesidad intelectual o social, es decir, existe una problemática, se piensa (se investiga, se busca información, etc) hasta que se cree dar con una solución razonable a la misma, por ejemplo, mediante una teoría, que si el problema es de tipo político evidentemente estará emparentada con algún tipo de ideología. Pero el tiempo sigue transcurriendo, y esa solución, aunque pudiera ser razonable en un determinado momento, deja de ser eficaz porque ahora el tiempo es otro y las variables a tener en cuenta también.
Aún así, siempre quedan alguno que se empecinan en seguir defendiendo la ideología antigua, y sus clichés, como si fuera una adicción de la que no se pueden desenganchar, en parte porque consideran que esa es la única forma que tienen de seguir manteniendo su desfasado estatus, que acaban por convertir sus preceptos en una especie de dogmatismo cada vez más alejado de la realidad, como una especie de religión política que sus fieles intentarán proponer como solución a todas las cosas.
Rahola, Albà, Sala i Martin, o Barberà, entre muchos otros, sabemos que están en eso: Todos los problemas de Cataluña son consecuencia de ser España y no ser un estado independiente. Tanto da de qué hablemos, de una forma u otra, la única solución posible a cualquier cosa que se plantee siempre pasará por la independencia, concepto incesantemente repetido como una especie de mantra.

En definitiva, podría decir que me gustan las personas que pueden llegar a ser críticas con sus ideales, con su país por ejemplo, y desde ese punto de vista quizá llegara a sentir algún tipo de empatía por los secesionistas que ocupan algunos territorios de España. Eso, si alguna vez fueran capaces de abandonar su patética manía persecutoria y fueran capaces de aportar alguna idea al conjunto de la sociedad (cosa que podemos descartar de antemano, ya que ha quedado sobradamente demostrado que de lo único que son capaces es de agitar las bajas pasiones de la gente). Pero por pura lógica con lo anterior, no pueden gustarme las personas que son incapaces de ser críticas, en este caso con lo que consideran su país, y aquí es donde encuentro de una hipocresía lamentable a esos que se han pensado que Cataluña y Euskadi es su chiringuito particular.