domingo, 31 de enero de 2016

Los últimos mohiCATnos

¿Por qué se inició el llamado ‘proceso’?
Los que ostentan en poder en Cataluña (lo que definiríamos como establishment  político catalán), aseguran que se origina como reacción a la sentencia del Tribuna Constitucional (TC) desfavorable a ciertos artículos del Estatuto de Autonomía de Cataluña, cosa que parece improbable debido al escaso interés que despertó la reforma del mencionado documento entre la ciudadanía; eso, más bien, suena a excusa estratégica amparada por el hecho innegable de que la declaración de inconstitucionalidad de ciertos artículos se produce (cosa que, paradójicamente, incluso los que votamos favorablemente al nuevo Estatut sabíamos que se iba a producir, y que seguramente constituyó el argumento principal para que finalmente votáramos a favor).

El boom independentista, desde luego, puede ser muchas cosas, pero una de ellas no parece ser la reacción espontánea de la sociedad civil. A qué llaman sociedad civil, ¿a organizaciones como la ANC, cuyos 40 fundadores provenían casi todos de partidos políticos, a Òmnium Cultural, a Plataforma per la Llengua, a los medios de comunicación y otros colectivos a los que se supedita la obtención de subvenciones a que se muestren favorables a las tesis oficialistas, a la AMI? Ésa ‘sociedad civil’ no tiene nada de espontánea, ni tiene su origen en la base del pueblo; ya estaba ahí, organizada y en la reserva (o no tanto), desde hacía mucho tiempo.

El proceso seguramente tiene su origen en muchas cosas -entre las que cabe destacar la conmemoración de los 300 años desde 1.714, la fecha fetiche del independentismo, como la grave crisis económica padecida que ha provocado que ciertos populismos con presencia mediática, solucionadores de todo, canalicen este malestar.
Pero, ¿acaso sería menos cierto si dijéramos que ‘el proceso’ se origina cuando el partido político Convergència i Unió se encuentra acorralado por la corrupción, cuando los Pujol lo están; acaso no se originó cuando empezaron a emerger nuevas fuerzas políticas que tal vez no podían ganar elecciones pero sí restar muchos ‘sillones’ y poder a los de siempre?

Decía Antonio Gramsci que la superestructura (entendida ésta como la ideología, sistema de ideas, doctrinas, creencias, etc.) es la forma que utiliza el poder establecido para mantener la hegemonía (entendida ésta como el control de la sociedad). Consideraba el italiano que esto se lleva a cabo, sobre todo, mediante el sistema educativo, la religión, y los medios de comunicación. Analicemos, entonces, quién tiene el control de los medios de comunicación y del sistema educativo en Cataluña. No hay duda de que son los antes erróneamente llamados catalanistas, ahora abiertamente independentistas, que accedieron al poder con la caída del franquismo, aunque en buena parte hubieran sido colaboradores necesarios del mismo régimen.

Obviamente, la religión merece capítulo aparte, ya que los tiempos han cambiado desde Gramsci y hoy en día tiene poca influencia en la sociedad, excepto en el segmento de la gente mayor, e incluso puede generar rechazo entre los jóvenes.
Es por ello que deseando que este tema no supusiera cierto rechazo entre los más jóvenes, sino que les provocara la indiferencia que finalmente les ha provocado, se haya intentado implicar al máximo a la iglesia catalana en el proceso secesionista, con el fin de convencer al segmento de mayor edad; así, hemos asistido a la guerra entre la monja radical izquierdista y la convergente, declaraciones favorables al proceso como las del obispo de Solsona, esteladas en campanarios, y alguna que otra publicación asegurando, en el más patético estilo político espiritual disfrazado de religioso, que ser independentista no es pecado.

El llamado ‘proceso’, por tanto, parece más bien el intento desesperado de los que podríamos definir como castalanistas, es decir, de los que se han hecho con la superestructura en Cataluña tras el franquismo, para mantenerse en el poder, en una época en que la crisis, unida a la mala gestión de lo público, la salida a la luz del extendido entramado del sistema del 3%, de la corrupción generalizada y los recortes, empezaban a poner en serio peligro la propia hegemonía de las metafóricas 300 familias. O por decirlo de otra manera, recuerdan a los últimos mohicanos en su desesperado ataque final para mantenerse.
Fue sacar a la luz las vergüenzas del patriarca de Convergència, y convertirse toda la camada al independentismo, incluso al más radical de la DUI. Con eso era con lo que venían negociado siempre con el gobierno español: ‘si intentáis joder mi chiringuito, activaremos la ideología antiespañola y secesionista que llevamos tiempo inculcando en la ciudadanía’. Curioso resulta, cuanto menos, que los que pretenden un nou país plagado de ‘política social’ sean los mismos que no hace tanto tiempo daban lecciones al PP de cómo se debía gestionar lo público, que como es bien sabido consistía básicamente en privatizar o concertar los servicios sociales: sanidad, educación, guarderías, etc.

Y hay otro aspecto no menos determinante en la puesta en marcha del ‘proceso’, o de la maquinaria de la superestructura dominante, como es la irrupción en el panorama catalán de nuevas formaciones no sometidas a esa hegemonía estructural, básicamente Ciutadans (C’s), ese partido que nos quisieron hacer creer que iba a durar 4 años y que gracias a la gente que no forma parte del sistema oficialista es ahora la segunda fuerza de Cataluña, encabezando la oposición.
Pero más importante, aún si cabe, que la aparición de C’s, resultaron las acampadas (movilizaciones) ciudadanas frente a los ayuntamientos catalanes. Sin duda, eso acabó de acojonar a los que dominan la superestructura que, por primera desde hacía 30 años, se vieron realmente, y doblemente, amenazados, primero al comprobar como los catalanes podían comportarse exactamente igual que el resto de españoles, dejando por los suelos su intento de inculcar el concepto de hecho diferencial, y segundo cuando vieron resurgir los fantasmas revolucionarios tan típicos de Cataluña con el llamado ‘intento de asedio al Parlament’. Había que inventar algo rápido que acabara con la incipiente lucha de clases que podía acabar desalojando a la casta del poder, ¿y qué mejor que un procés basado en el pensamiento único para mantener la hegemonía?

Un ejemplo claro de quién domina la superestructura en Cataluña, es el caso de la CUP. A este partido, que se define ridículamente como antisistema, solo le bastó que la superestructura pusiera en marcha una de sus herramientas preferidas para preservar su hegemonía, como son los medios de comunicación, para que acabaran jurando fidelidad eterna al poder establecido. Fue acusarles de anticatalanes, de pertenecer al CNI, o de amenazarles con estigmatizarles con lo de botiflers, es decir, con las cosas que siempre ha utilizado la superestructura catalana, y ver a los radicales antisistema firmando los famosos 5 puntos para investir al oficialista Puigdemont. Lo peor, sin embargo, es que la CUP siempre estuvo dispuesta a votar a favor de lo que quisiera Junts Pel Sí, esa aberración de la superestructura en su aspecto de cosa política, formada por lo más rancio de CiU, de ERC, y del resto del folclore de siempre.
No cabe duda de que tanto Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) como la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) se hallan totalmente sometidas a la ‘ideología’ impuesta por la clase dominante. Son sus cachorros; hablan de lo que a la ideología para dominar al pueblo catalán le interesa, votan lo que a la ideología dominante le interesa, y callan lo que a la hegemonía de Cataluña le interesa.

Podemos-Podem, o En comú Podem, o como demonios decidan llamarse las próximas elecciones, por su parte, es un partido demasiado contaminado por elementos provenientes del nacionalismo / independentismo de siempre, que básicamente esperan que este partido se comporte como lo hacen Convergència, ERC, la CUP, y algunos socialistas trasnochados. Dicen que nacieron contra los recortes, los desahucios, el paro, y para proteger a todos esos millones de personas que según ellos pasan hambre cada día en España y Cataluña, pero ahora que han tocado poder ya solo hablan de referéndums, en un descarado intento por acercarse a lo imperante, no sea que pierdan la silla.

Por ello, y ya para concluir, considero a día de hoy que el único partido que realmente puede cambiar la superestructura hegemónica de Cataluña es C’s, ya que es un partido que sí que surge de una sociedad civil hastiada de la ideología dominante basada en el fomento del antiespañolismo como estrategia para tapar otros temas, entiéndase la incompetencia, la corrupción, y temas sociales en general. La mejor muestra son los feroces ataques que sufre dicha formación por parte de la superestructura, aprovechando cualquier nimiedad, dejando por suerte claro que C’s no les rinde pleitesía a ellos sino solo a sus votantes.