La democracia española no es
perfecta, como seguramente tampoco lo es ninguna otra democracia, o sistema
organizativo, del mundo. ¿O es que acaso alguien puede citar un país con democracia
perfecta? Digamos que es un asunto complicado, y que incluso puede ser
subjetivo, ya que lo que nos encontramos en la práctica son países totalmente
democráticos pero organizados de forma diferente, que
reconocen unos derechos u otros según sus constituciones o leyes fundamentales
aprobadas democráticamente por el pueblo mediante referéndum, o delegando esta
función en sus legítimos representantes, etc.
No obstante, la democracia, según
la R.A.E., no es más que la “doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el
gobierno”, lo que deja abierto un amplio abanico de posibilidades.
Por eso, el debate que estamos
viviendo en estos momentos en España no es si somos un país democrático, o no -cosa
evidente que sí, aunque los independentistas acusen al sistema de antidemocrático
cada vez que no se les permite trocear la soberanía del pueblo a su antojo para
poner esos trocitos al servicio de sus ocurrencias partidistas-, sino que el
debate ‘real’ gira entorno a si queremos una democracia estrictamente liberal o
participativa, o una mezcla de cierto porcentaje de ambas (cosa que en buena medida
ya se ha hecho en varias ocasiones consultando a la población española sobre
algunos temas excepcionales).
De todas formas, ya que a
los nacionalindependentistas les gusta tanto lo de los hechos diferenciales, citaré
uno que no cabe duda de que es cien por cien español: tener una democracia
acomplejada.
Sí, en efecto, la española
es una democracia acomplejada sobre todo debido al franquismo, y es que,
acabada la dictadura, el nuevo sistema democrático nunca se atrevió a mostrar
toda la firmeza que requiere la autodefensa de los propios valores democráticos
por temor a que la gente no percibiera las diferencias efectivas entre un
sistema y otro, y el nuevo sistema fuera tildado igualmente de autoritario, o pseudofranquista,
lo que hubiera dificultado su consolidación (cosa que con el tiempo ha ido
desembocado en un hecho curioso, pues cuanto más flexible se ha sido en la
interpretación y aplicación de ciertas leyes, como las educativas, más se ha
tachado de franquistas y totalitarios a los que han propuesto o aprobado estas modificaciones
de forma democrática).
Pero, por mucho que quieran
hacernos creer otra cosa, la democracia en ningún sitio es sinónimo de hacer lo
que te de la gana cuando te venga en gana, ni siquiera aunque se arrastren
masas (el fascismo, sin ir más lejos, movía masas); eso más bien estaría en
sintonía con teorías libertarias que, en última instancia, tampoco se aplican
en ningún sitio, en el sentido de que para construir una mínima sociedad, digna
de su significado, hacen falta una serie de normas que, si han sido aprobadas
de forma democrática, constituyen el sistema democrático en sí mismo.
Por consiguiente, saltarse
el marco legal soberano, o no defenderlo jurídicamente hasta sus últimas
consecuencias, no sólo puede ser constitutivo de delito sino que, ante todo, es
un acto profundamente antidemocrático.
Entiendo que el proceso escocés lo verás como fascismo o algo por el estilo. Tu teoría es que todo lo que desea muchísima gente es imposible cuando no está contemplado en la constitución vigente. Es evidente que Rajoy se encontró con un problema "político" en 2012 que eligió solventar con la indiferencia. El tiempo no le ha dado la razón y ahora mismo los sucesos lo sobrepasan.
ResponderEliminarSigo pensando que los sistemas democráticos tienen que contemplar fórmulas de autoprotección, ¿o es que acaso tiene sentido que se pueda hacer un referéndum democrático para decidir si se suprime la democracia? Desde el infantil, y poco trabajado, concepto de derecho a decidir, eso tendría sentido.
EliminarSi mucha gente de un país desea algo, no hay problema: pueden modificar la constitución o resto de leyes, siempre y cuando lo que aprueben no entre en contradicción con los preceptos democráticos. Pero algunos han pensado que en sus ‘procesos’ pueden excluir a los demás como por arte de magia. No solo quieren decidir, sino que solo quieren decidir ellos, lo que en la práctica implica no decidir sino que se haga lo que ellos dicen. Es la lógica Guardiola: ‘si hubiera existido la selección catalana hubiera jugado con Cataluña’. No me digas, ¿y si hubiera existido la selección de Santpedor con quién hubiera jugado?
En Alemania, por ejemplo, el equivalente a nuestra constitución reconoce la posibilidad de prohibir partidos políticos, organizaciones, etc., que vayan en contra de la unión federal, y nadie duda de que la Alemania actual es un país totalmente democrático.
Respecto al referéndum escocés, este fue pactado y aprobado por el parlamento de Reino Unido. Y a mi, si los británicos consideran que debe existir la posibilidad de secesión de una parte de su territorio, me parece perfecto, de la misma forma que no me hubiera parecido mal que el parlamento británico hubiera decidido no permitir el referéndum de secesión.
Quizá, en todo esto, lo que debería preocuparos es por qué los demócratas escoceses intentan desmarcarse de vosotros si sois igual de demócratas, o más, que ellos.
El fascismo, además, suele definirse más bien por cómo lleva a cabo sus ideas casi siempre de tipo populista, en el sentido de recuperar la grandeza, la dignidad, y el orden perdidos, y que en realidad no se han tenido nunca. Eso sí que te recuerda a alguien, ¿verdad? Tú puedes pensar que la educación solo debe ser en catalán, pero lo fascista de eso, sobre todo, es que acoses a las familias que piden una educación más equilibrada entre nuestras dos lenguas. O que criminalices constantemente a quién no está de acuerdo con el oficialismo gobernante, etc.
Por último, no creo que Rajoy haya recurrido a la indiferencia. Simplemente, él, como todos los demás, sabía perfectamente que parte de la estrategia independentista pasaba por que el Estado tuviera una reacción histérica, fuera de lugar, que encendiera aún más los bajos instintos del independentismo, llevando a situación a un punto insostenible. Pero, en lugar de eso, el independentismo se ha encontrado jugando al solitario, haciendo el ridículo de forma cada vez más creciente.