Cualquiera que haya perdido
el tiempo intentando razonar con un secesionista se ha dado cuenta desde el
minuto uno de que algo chirría en esas mentes amarillistas, y si no ha recibido
un burdo insulto como respuesta seguramente ha tenido que soportar alguno de sus
típicos antiargumentos, que no contrargumentos. A saber:
1. Es antidemócrata (porque
los únicos demócratas son los que piensan exactamente como ellos) y, por tanto,
es fascista, franquista o españolista, que para ellos significa más o menos lo
mismo.
2. Es votante del PP o de Cs
(ahora ya incluso de PSC y si apuramos de En Comú), lo que más o menos viene a
ser lo mismo que el punto 1 pero con otras palabras.
3. Pero también puede darse
que en caso de haberse topado con uno de esos estelados que se las quiere dar
de culto y moderado haya obtenido un ridículo bombardeado de suposiciones que se
pretenden hacer pasar por argumentos sólidos aunque carezcan de base empírica
alguna.
Obviamente, los dos primeros
puntos no merecen ni una línea de explicación pues simplemente retratan lo que son
los secesionistas en realidad, y por eso vamos a centraremos en el tercer punto.
Es sabido que una persona
inteligente, diríamos normal, puede tener su propia teoría o argumento para explicar
ciertos hechos o circunstancias, y que estas personas inteligentes y normales
suelen contrastar esas teorías con la realidad que les envuelve. Por supuesto, si
hay discrepancias entre lo que piensan y la realidad, suelen ajustar su
razonamiento para alinearlo con lo real.
Sin embargo, hay otro tipo
de personas que, en vez de alinear su pensamiento con la realidad tangible,
prefieren hacer lo contrario y adaptan y manipulan la realidad para que cuadre
con su erróneo argumentario. Es lo que se conoce como disonancia cognitiva o el
recurso del mentiroso, una clara patología psicológica.
Para construir esta realidad
paralela, los secesionistas han recurrido tradicionalmente a dos herramientas
sociales: una a largo plazo, con la que falsean más o menos indisimuladamente
la historia de Cataluña a través del entramado escolar (que no educativo), y
otra a corto plazo, para lo que diríamos las mentirijillas y posverdades del
día a día, a través de los medios de comunicación y los diversos voceros que
trabajan en ellos (tanto en medios públicos como subvencionados, que vienen a
ser lo mismo).
Últimamente, sobrepasando ya
de mucho lo imaginable por personas normales, han añadido a su intento de adaptar
la realidad a su ideología una nueva opción: las leyes exprés con las que han
pretendido y pretenden llevar a cabo un cambio normativo que les favorezca en
sus aspiraciones.
Así, ahora nos encontramos
con que quieren vendernos que Machado era un peligroso fascista centralista
igual que intentaron cambiar la realidad asegurando a la opinión pública que
las empresas no solo no se irían de Cataluña sino que seguramente saldrían
corriendo de la tercermundista España para instalarse en la Dinamarca del Sur,
igual que la UE no solo aceptaría desde el primer segundo a una Cataluña
secesionada como miembro de pleno derecho sino que incluso expulsaría a España
por antidemócratica.
Y así todo.
Tal vez, el último y lamentable
episodio de disonancia cognitiva programada por el secesionismo (y digo tal vez
porque suelen ir a tal velocidad que ya debe ser el penúltimo), sea eso de los
presos políticos.
Cualquier persona normal de
un país normal -y así lo atestiguan todas las organizaciones gubernamentales y
no gubernamentales del mundo que unánimemente consideran que en España no existen
los presos políticos -aunque el secesionismo haya malversado ingentes
cantidades de dinero público para intentar que digan lo contrario-, sabe que los
actuales políticos presos fueron los ejecutores en la práctica de unas
estrategias ilegales claramente marcadas (aunque seguramente no solo por ellos
sino por ANC, Òmnium y resto de organizaciones parapolíticas similares), cuya aplicación no les llevaba solo a saltarse
la Constitución y varias leyes españolas, y por tanto el marco normativo
europeo, sino también las propias leyes catalanas y reglamentos del Parlament que ellos mismos habían
aprobado años atrás, aun habiendo recibido claras advertencias de los diversos
servicios jurídicos de Generalitat, Parlament,
de especialistas independientes, y hasta seguro que de la negociación que
llevaron a cabo con Urkullu, el Obispo de Barcelona y otros como mediadores, que
dejaban claro que ciertas acciones iban a ser constitutivas de delito.
Pero da igual, su patología
les lleva a obviar la realidad, y para ellos los ejecutores de delitos serán
por siempre presos políticos igual que las investigaciones al corrupto Pujol eran
ataques contra la inmaculada Cataluña.
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