Que el independentismo no
pierde ocasión para difundir su odio hacia lo español como parte de su
estrategia política, es algo sabido y especialmente sufrido si eres catalán no secesionista.
Nosotros, los botiflers, ya tenemos asumido que los
camisetas amarillas rayen lo delictivo, pero es que con el accidente aéreo se
han superado, rozando lo repugnante, intentando mendigar alguna polémica
político-identitaria que pudiera reavivarles el proceso.
La primera de las polémicas tratan
de crearla después de que la portavoz del Gobierno compareciera en rueda de
prensa para informar sobre la catástrofe.
Pongámonos en situación:
cuando sucede el accidente a duras penas se dispone de la lista de pasajeros
del vuelo, motivo por el que se da el único dato disponible de que en el avión
viajaban 150 pasajeros, 45 de ellos con apellidos españoles, que supone una primera
aproximación, o estimación, al posible número de víctimas con esta
nacionalidad. Claro que pueden haber españoles que se apelliden Yen o Smith,
del mismo modo que puede haber un García que sea francés, y también pueden
haber personas con doble nacionalidad, etc., pero teniendo en cuenta que el
vuelo hacía la ruta Barcelona-Düsseldorf, se entiende que la probabilidad de
que un García o un Puig sea español, y un Schröder alemán, es bastante alta.
Tanto daba, porque para los
que tienen como leitmotiv principal de sus vidas el odio a lo español fue oír
lo de apellidos españoles y al momento ya teníamos a la avanzadilla del régimen
estelado ejercitando los 2 minutos de odio orwelliano contra España, en
Internet, en esta ocasión al comandados por Quim Monzó y Carles Boix.
El primero se apresuraba en
definir las palabras de la portavoz del Gobierno como ‘obsesión racial’, y
muchos supusimos automáticamente que debía referirse a la suya, pues a nadie en
su sano juicio se le había ocurrido emplear un término como ‘raza’. Ay, esos
tics delatores.
Digo yo que si él aún no ha
bajado del árbol es su problema, porque el resto sí sabemos que puede haber
personas de diferentes razas con apellidos españoles.
Carles Boix, en cambio,
opinaba que lo de los 45 apellidos era una forma ‘muy bestia de hablar’. Sería
interesante que explicara exactamente qué era lo que le parecía tan bestia, porque
a mi lo que me pareció bestia es que alguien se pueda dedicar a negar la
existencia del concepto apellido español con un accidente de esas
características aún caliente. Suponemos, parodiando a la protagonista de 50
sombras de Grey, que si hubieran dicho apellidos catalanes la diosa que lleva
dentro se hubiera puesto a bailar sardanas con pompones de animadora representando
con acrobáticos movimientos las letras de la palabra ‘independencia’. Eso si lo
tomamos con cierto humor, si lo tomamos con la característica visceralidad
independentista podríamos tratar de explicar su actitud advirtiendo de que en
otras épocas también había gente que se dedicaba a negar cosas y a participar
en uves de ‘Viktoria’. En fin.
La segunda de las polémicas tratan
de alimentarla después de que unos cuantos tuiteros hicieran comentarios
considerados catalanófobos.
A nadie le gustan estas
actitudes, y si los tuits son constitutivos de delito debe sancionarse a los
autores. Pero el problema no está sólo en estas actitudes, sino también en las
personas que quieren obtener el máximo rendimiento político posible para su
causa. Entre esas presuntas personas, como ya viene siendo tradición, se
encontraba la omnipresente Pilar, quien al día siguiente, en el programa ‘8 al día’ de 8TV, ya estaba valiéndose
de la comprensible indignación por los tuits para atacar a los españoles, y en
especial al PP, asegurando que “hay gente sin alma, que el mal existe, y que lo
normal es la empatía con la víctima”. Y no, no se estaba refiriendo ni a Monzó ni
a Boix, sino a los malvados españoles y su catalanofobia galopante; a ese
gobierno sospechoso que mira por donde ahora se interesa por la catalanofobia
en Internet, como si hubiera podido interesarse por ella en el siglo XIX y no
lo hubiera hecho.
Con intención aún más
descarada se manifestaron los de drets.cat, que no perdieron el tiempo para denunciar
la parición de ‘miles’ de tuits catalanófobos tras el accidente, noticia que por
supuesto los medios adscritos se dedican a difundir como totalmente cierta.
Aprovechando la situación, alguno
de los de este colectivo podría haberle explicado a Monzó cómo se puede ser catalanófobo
cuando se trabaja con una hipótesis de 45 apellidos de ‘raza’ española. Bah,
pero eso no hubiera favorecido lo suficiente el objetivo de generar repulsa hacia
lo español. Para eso es mucho mejor decir primero que son miles los tuits,
difundirlo mediáticamente, y luego presentar denuncia sólo por 55, que
seguramente correspondían a un número aún menor de tuiteros, es decir, varios
tuits publicados por una misma persona. Si no me equivoco, se hablaba de 17
personas, de entre unos 6 millones de tuiteros que hay en España, pero no lo
puedo confirmar porque los que buscan la justicia y la transparencia no facilitan
los datos.
Es por ello que si quieren
que no se ponga en duda su honestidad, deberían mostrar en su página web, o
blog, todas las capturas de pantalla que consideran delictivas (el día 30 dijeron que el número
de tuiteros ascendía a 38), ya que hasta ahora
siempre han mostrado las mismas, correspondientes sólo a un par o tres de
usuarios.
Ojo, no fuera que la gran mayoría de esos tuits fueran publicados por independentistas haciendo humor tipo Polònia con ‘Rajoy vestido de nazi’ para mostrar así al ignorante universo como son ‘realmente’ los españoles.
Ojo, no fuera que la gran mayoría de esos tuits fueran publicados por independentistas haciendo humor tipo Polònia con ‘Rajoy vestido de nazi’ para mostrar así al ignorante universo como son ‘realmente’ los españoles.
En la misma línea histérica
se enmarca lo de dar a entender que el
gobierno mira hacia otro lado porque es catalanófobo, ya que en el caso de León sí que actúo con celeridad contra los que hicieron tuits de incitación al odio, mientras que en este caso no hacía nada. Pero lo cierto es que la realidad es tozuda y que, en el caso de León, se tardaron varios días en detener al autor de los tuits, mientras estos se hacían los ofendidos porque en este caso a las dos horas nadie lo había sido.
gobierno mira hacia otro lado porque es catalanófobo, ya que en el caso de León sí que actúo con celeridad contra los que hicieron tuits de incitación al odio, mientras que en este caso no hacía nada. Pero lo cierto es que la realidad es tozuda y que, en el caso de León, se tardaron varios días en detener al autor de los tuits, mientras estos se hacían los ofendidos porque en este caso a las dos horas nadie lo había sido.
Varias cosas van a ser
interesantes desde este momento, y para que cierto tipo de medio no haga
aparecer y desaparecer los temas según le convenga a la campaña electoral de
los que obedecen, habrá que estar pendiente de si los independentistas son
finalmente tan exigentes con ‘sus’ tuiteros graciosillos como pretenden que se sea
con los tuiteros graciosillos ‘españoles’.
Desde un punto de vista más político,
también será interesante ver qué postura adoptarán respecto a los proyectos
para regular el uso de internet, ya que hasta la fecha defendían una postura
cercana a que regular su uso era propio de dictaduras tercermundistas, cosa que
parece contradictoria con exigir a
posteriori que se condene a quien ha hecho comentarios delictivos tras el
accidente.
Finalmente, advertir que de
todas formas ya han conseguido lo que pretendían, que no era otra cosa que alentar
las bajas pasiones del potencial electorado independentista con el fin de
movilizarlos a su favor de cara a las siguiente citas electorales en Cataluña,
sembrando de paso un poquitín más de odio hacia el resto de España. Rastrero
uso de una desgracia, que lo podríamos titular.
Otros enlaces relacionados:
Las víctimas del accidente aéreo, un nuevo motivo para la independencia según Carod-Rovira
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