domingo, 26 de abril de 2015

La pitada al himno

No soy partidario de darle mucha importancia a este asunto, pues, a veces, como dijera el presidente Rajoy, el mejor desprecio es no hacer aprecio. Tanto es así, que estoy convencido de que si todos los españoles les dijéramos a los independentistas: “venga va, silbad nuestro maldito himno que nosotros también lo odiamos”, automáticamente dejarían de hacerlo sólo para fastidiarnos. Y es que son así. ¿O acaso no habéis escuchado nunca al típico independentista -y no me refiero sólo al mediático, sino también a la gente de la calle-, decir aquello de que los españoles se van a poner histéricos con la pitada al himno, y cosas por el estilo? Parece que disfrutan con ello; y es cierto, disfrutan con ello.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que son nacionalistas, por lo que ‘conscientemente’ consideran que abuchear un himno nacional es una falta de respeto gravísima que obligatoriamente tiene que jodernos muchísimo a los españoles. Y precisamente es esto lo que me interesa del asunto: Ellos creen que abuchear el himno nos debe joder muchísimo, y por eso van y lo hacen, dejando claro que su forma de ser y proceder tiene algo de maltratador sádico, al estilo de esos niños que cogen un insecto y disfrutan arrancándoles las patitas. La diferencia es que la mayoría de niños deja de hacerlo cuando comprenden que están llevando a cabo un maltrato gratuito, mientras que a los independentistas esto no se les pasa nunca.
Por ello, el independentismo -o nacionalismo radical-, nunca podrá ser atajado mediante acuerdos políticos, o no del todo, ya que ellos no hacen política; ellos hacen otra cosa, cuya solución seguramente está mucho más relacionada con temas de salud pública, o educativos, que con el simple encontronazo de puntos de vista políticos.

Independentistas expresándose.
Por otro lado, el abucheo al himno español, aparte de ser provocado por la pulsión de maltratador-sádico que rige al independentista, tiene también una dimensión legal, o delictiva si se prefiere.
Los independentistas, tratando de justificar su comportamiento, van a recurrir al pretexto de la ‘libertad de expresión’, pero para ellos la libertad de expresión es sólo una simple excusa que les posibilita la realización de cualquier acto aunque este incumpla las nociones básicas de la ética, la moral, el buen gusto, e incluso de la legalidad (en cambio, si es otro quien sobrepasa estos límites refiriéndose a ellos, no aceptan la excusa de que los que les critican lo hacen en base a la libertad de expresión, en consonancia con su conocida dualidad que los hace tan ‘simpáticamente’ incoherentes.
Se tiende a obviar, además, que el derecho a la libertad de expresión no implica que no se puedan cometer delitos, más o menos penables, durante su ejercicio. Las propias organizaciones que velan por el cumplimiento de la libertad de expresión, como la Organización Foro de la Libertad, consideran adecuado que existan sanciones legales, o bien reprimendas en forma de desaprobación social, por ejemplo en los casos llamados del “discurso del odio”, ya sea en base al “principio de daño” o bien al “principio de delito”.
¿Si los independentistas no tienen ninguna dificultad para poder ‘expresar’ libremente sus puntos de vista en España; si el abucheo se produce con absoluta voluntad de hacer daño y ofender; y si ese abucheo se dirige a un ente político, social y nacional concreto, con la voluntad de hacerle daño y ofenderle, no puede ser este acto considerado un delito claro de xenofobia en general y de hispanofobia en particular, es decir, de discurso del odio?
Si se debe suspender o no el partido, es sólo una posibilidad entre tantas; pero lo que sí parece claro es que este tipo de acciones organizadas con clara intención de ofender a un colectivo concreto deberían estar reguladas de alguna manera para evitar consecuencias indeseables. Incluso el propio Papa Francisco reconocía, tras el atentado contra la revista Charlie Hebdo, que "si […] dice una mala palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo... ¡Es normal!". No sé qué pretenden los independentistas con esto, ¿iniciar un debate ‘racional’ sobre la libertad de expresión?
Por suerte, para todos, en las reacciones viscerales ante las ofensas ajenas, los no independentistas también solemos mostrarnos a un nivel muy superior al de los independentistas, que tienen tendencia a mostrarse vulgarmente chabacanos; y seguramente esto es porque hemos entendido que el maltratador sádico no es nada sin nuestro sufrimiento, y que, ciertamente, a veces, como se decía al principio: el mejor desprecio es no hacer aprecio.

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