No
entiendo cómo estos que se hacen llamar la izquierda, sobre todo los más favorables
a la democracia participativa, han dejado que los independentistas se apropien
del llamado ‘derecho a decidir’, impidiendo de esta forma que se produjera un
debate social que profundizara sobre cómo
dotarlo de contenido y validez jurídico-política real.
Las
ansias de poder no se crean ni se destruyen, sino que transforman sus mecanismos
para perpetuarse de una forma u otra. Así, como espectadores de lujo, hemos
asistido estos últimos años a la progresiva transformación que ha sufrido el ‘derecho
a decidir’ en manos secesionistas.
Que
nadie se lleve a engaño, nosotros ya advertimos que a los independentistas no
les interesa el ‘derecho a decidir’, pero fueron precisamente los izquierdistas
de pà sucat amb oli los que, como
buenos tontos útiles, mantuvieron al independentismo en alza, asegurándonos que
el ‘derecho a decidir’ era una especie de cosa para decidirlo todo, y que los
que estaban en contra por considerarlo un eufemismo de ‘derecho a imposición’ éramos
en realidad gente con repulsión a la democracia.
Pues
bien, señores del puño cerrado (sobre todo si hay subvención que agarrar), vayamos
a la realidad: ¿cuántas veces nos ha preguntado algo la Generalitat, siempre
gobernada por vosotros y los de la estelada, sobre cualquier asunto que le
competa? Pues exactamente ninguna, así antes como ahora.
Debe
ser casualidad eso de que no quieran preguntarnos sobre nada de lo que
administran, no sea que les fastidiemos el negocio, pero quieran preguntarnos sobre
lo que no administran, a ver si con un poco de suerte se lo arrebatamos a la
malvada Madrid y lo acaban administrando ellos.
Sí,
de verdad, que no es un mito, que los catalanes ‘mayores de edad’ existimos; el
resto, si quieren, que sigan participando en los corros de la patata
oficialistas cada 11 de septiembre, pero que no nos vengan con sus retorcidas
milongas.
Empezaron
diciendo que para que ganara la opción independentista era necesaria una
mayoría aplastante, que rápidamente cambiaron a una mayoría suficiente, que acabaron
rebajando primero a un 55% y después al 51%, para terminar las rebajas, como
suele decirse, tirando la casa por la ventana pretendiendo hacer creer a
alguien que con una mayoría de escaños (conseguida gracias a una ley electoral
que les favorece, aunque solo representen el 47% de los votos contabilizados en
unas elecciones autonómicas, es decir, un 39% del censo y aún un porcentaje inferior
sobre la población total catalana), es suficiente para llevar a cabo el único
objetivo que han tenido siempre: imponer su criterio.
Está
claro que no quieren que decidas nada, solo quieren ganar en base a una legitimidad
arbitraria, que ellos mismos inventan y transforman según el día. Por eso, ahora
más si cabe que antes, va a ser muy difícil que algún día el ‘derecho a decidir’
se quite el sambenito de vulgar eufemismo en manos ultranacionalistas.
Sin palabras. Toda la razón del mundo.
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