sábado, 19 de agosto de 2017

El terrorismo y los secesionistas

No hace falta echar la vista muy atrás para confirmar que el secesionismo en España siempre ha estado más bien al lado de los terroristas que de los afectados por el terrorismo.
Sin ir más lejos, los grupos terroristas más activos en España durante estos últimos años han sido secesionistas: ETA (vascos) y Terra Lliure (catalanes), a los que podríamos añadir Resistencia Galega (gallegos), que continuamente han recibido la comprensión del propio secesionismo político pues, no obstante, defienden las mismas tesis y hojas de ruta.

No hace tantos días veíamos el mediocre homenaje que desde las instituciones gobernadas por secesionistas se les brindaban a las víctimas de Hipercor, en Cataluña. Y es que, tal vez, cabría recordar a esos que tienen memoria histórica de pez que el actual gobierno procesista catalán está sostenido por la CUP, un partido que justifica todos y cada uno de los atentados del Daesh bajo la excusa de que son una reacción a la opresión de Occidente; o que Carme Forcadell, la presidenta del Parlament de Catalunya, y anteriormente también de la ANC, invitó al etarra Otegi al Parlamento de Cataluña, y que fueron los propios medios de comunicación que viven de las subvenciones concedidas por los secesionistas de la Generalitat, y sus comentaristas o pitbulls estrellas, los que salieron en su defensa, ante las críticas recibidas, catalogando al exjefe etarra como merecedor del Premio Nobel de la Paz.
Por si alguien sigue pensando que el nacionalismo catalán no trata bien a los terroristas secesionistas, podemos recordar algunos cargos en los que han sido colocados varios simpatizantes del terror, como el actual presidente de la ANC, Jordi Sánchez, o el director de la encuesta CEO, Jordi Argelaguet.


No es descabellado suponer entonces que, ante tanto compadreo con el terroristamo ibérico, los mandatarios secesionistas hayan caído en un exceso de confianza pensando que los terroristas de más allá iban a ser tan coleguitas con este pueblo tan oprimido como el suyo, y no iban a atentar nunca aquí, a pesar de que Cataluña es una de las regiones con más riesgo de radicalización yihadista.
Debe ser por eso que no hicieron caso al aviso de los servicios secretos españoles y extranjeros alertando sobre un inminente atentado en Barcelona, ni hicieron caso del Ministerio de Interior cuando aconsejó poner maceteros, bolardos, o elementos contundentes que pudieran frenar el modus operandi que últimamente habían adoptado los islamistas en las zonas de afluencia masiva de ciudadanos, o que por eso prefieren conspirar alrededor de una buena paella en el apartamento de Rahola antes que estar pendientes de la seguridad de los ciudadanos a los que dicen servir y acudir a las reuniones del pacto antiterrorista.

Sí, tal vez todo este cúmulo de despropósitos se deba a una desgraciada casualidad y no a la dejación de funciones, pero lo que no es ninguna casualidad es que, desde que se iniciara el llamado proceso independentista, la Generalitat haya relevado a los cargos de la policía autonómica (y a otros funcionarios) que no estaban dispuestos a desobedecer las instrucciones del Estado y poner en riesgo a los catalanes.

¿Es posible que los secesionistas de la Generalitat (PDECAT, ERC y CUP) no hicieran caso de todas estas advertencias porque pensaban que iban encaminadas a perjudicar a su proceso?


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