Hace tiempo, tal vez antes
del llamado procés, se podía llegar a
considerar que cuando alguien llamaba pueblerino a un secesionista se trataba
de una especie de reacción visceral producto de la frustración al no encontrar
contraargumentación a lo que se le decía y no querer darle la razón al oponente
político, tipo como hacen ahora los independentistas cuando llaman fascista a
cualquiera que no esté de acuerdo con sus explicaciones (que no argumentos).
Pero nada más lejos de la realidad; por suerte, no todo el procés ha sido negativo y en este caso ha conseguido aportar
claridad al verdadero significado del concepto pueblerino aplicado a los
nacionalindependentistas.
Los secesionistas no son
pueblerinos porque sean atrasados, o por tener mentalidad antigua, o porque vivan en pueblos (aunque
lo cierto es que es ahí donde tienen su principal caldo de cultivo en
contraposición con las grandes ciudades); los independentistas son
pueblerinos porque solo emiten sus mensajes para el interior, para lo que ellos
consideran su pueblo, también conocido como ese menos de la mitad de la gente
que participa en las elecciones autonómicas catalanas.
El independentismo siempre
ha tenido un mensaje teñido de medias verdades, y ya últimamente de mentiras a
secas. Saben que cualquiera con dos dedos de frente, es decir que no pertenezca a sul
rebaño, no va a creerles, pero les da igual porque en realidad a lo que aspiran
es a mantenerse al frente del chiringuito en el que han convertido Cataluña, considerando
que la mejor forma de conseguirlo es caldeando las bajas pasiones de los suyos.
Son plenamente conscientes
de que el votante secesionista se va a creer absolutamente todo lo que les
suelten, por disparatado que sea, y no solo eso, sino que lo van a difundir con
la total vehemencia que les caracteriza, pues no obstante han sido ellos mismos
los encargados de adiestrar a ese porcentaje de población (lo han intentado con
todos, pero solo lo han conseguido con esos), por lo que se sienten seguros de que el adiestrado estelado no va a llevarles la contraria, si es que no si
quiere seguir disfrutando de la menjadora
y seguir saliendo en la foto.
Numerosos son los ejemplos,
sobre todo respecto a las consecuencias de la independencia y a la historia de
Cataluña. A saber: Cervantes era catalán, los 131 presidentes de la Generalitat
(121 de los cuales ni fueron presidentes ni ostentaron el titulo de presidentes
de nada, y ni siquiera presidían nada llamado Generalitat), la entrada
automática en la UE con la secesión (e incluso la expulsión de España al mismo
tiempo), las empresas haciendo cola por instalarse en Cataluña, etc, etc.
Pero no nos vayamos tan
lejos, en los últimos días hemos vivido un par de episodios de fake news separatas que han dado más
pena que rabia. El primero, esos gravísimos insultos que aseguran que les dedicó el embajador español en Washington que nadie ha reproducido por inexistentes, y
el segundo el invento de que el presidente armenio le había negado el saludoa Morenés por haber insultado de forma tan grave a Cataluña, que el adiestrado
secesionista ha piado por todos lados como si se tratara de la verdad
más absoluta que se pudiera decir.
Por suerte, como diría Bob
Dylan, los tiempos están cambiando y la estrategia goebbelsiana secesionista empieza
a mostrar claros síntomas de agotamiento, pues aunque internet permite que los
bulos más increíbles se conviertan en virales entre la gente más quilla con
señera tuneá, también permite que estos sean descubiertos con relativa
facilidad y reírse de ellos en eso que tienen por cara, aunque también podría tratarse
de su culo.
Bien harían los pueblerinos
en empezar a entender esta nueva forma de funcionar si no quieren acabar
convertidos en simples ‘memes’ de ellos mismos.
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